26 de noviembre de 2010

Marguerite Yourcenar. Les yeux ouverts (Parte I)

“Él (jóven Zenon –de Opus Nigrum-) está totalmente seguro de que lo que 
quiere y de lo que no quiere. Vive en él y para él. Rechaza vehementemente lo 
que no le gusta y se cree libre de hacerlo. Pero como lo he dicho alguna otra vez, 
una persona necesita toda su vida para adquirir la libertad que creía poseer a los veinte años”.
M. Yourcenar


Marquerite Yourcenar, una gran mujer (y escritora y lúcida pensadora y…)


Su nombre real era Marguerite Cleenewerck de Crayencour (siendo Yourcenar un 
anagrama de Crayencour). Nació en Bruselas en 1903 y murió en Estados Unidos, 
cerca de la isla de Maine en 1987. Novelista, poetisa, dramaturga y traductora
 francesa (wikipedia dixit - Francia, capital….Bruselas¡)  de familia aristócrata 
fue la primera mujer que entró en la Academia de la Lengua Francesa -antes 
ya había entrado en la Belga.
En el libro, Yourcenar cuenta que hasta los 35 años nunca había visto una
 foto de su madre –que murió tras haber dado a luz a Marguerite- , y que su 
tumba la visitó por primera vez a los 55 años. Fue una niña solitaria y privilegiada 
que fue creciendo en un medio natural, rodeada de animales, de personas
 de servicios, de sus tíos y primos, de su abuela, de los niños del pueblo,
 rodeada toda clase de gente, pero sola. “Pero quizás sea necesario amar 
la soledad para no llegar a estar solo”. Porque aprendiendo a aceptar, a vivir, 
a amar el frío invierno, recogiendo nuestro árbol, podemos disfrutar con más
 alegría de la llegada de la primavera, nuestras hojas y flores y el canto de
 los pájaros al acercarse a ellas.   
Durante mis años de universidad leí sus dos obras más emblemáticas –“Memorias 
de Adriano” y “Opus Nigrum”- y “Archivos del Norte” pero me había olvidado de 
esta mujer hasta que por azar (luego hablamos de la autora y su idea del 
destino o la casualidad) me llamó la atención la foto de la mujer de la 
portada de un libro, una mujer, de sonrisa apacible que miraba al horizonte
 con sus ojos claros que me parecieron de niña. El libro se titulaba 
“Marguerite Yourcenar. Los ojos abiertos” y era una especie de larga
 biografía a modo de entrevista o entrevista a modo de biografía con 
M. Galey, escritor y crítico francés en la casa en la que vivió durante 
cuarenta años y murió, en una pequeña isla, al norte de la coste Este
 de los Estados Unidos.
Mount Desert Island, donde vivió sus últimos años junto a su compañera
Ha sido el libro que me más me ha gustado/impactado desde hacía mucho tiempo. 
Me ha enseñado, me ha hecho reflexionar (y algo he aprendido), me ha entretenido, 
me ha emocionado y, me ha dejado con la pena de no haber podido ser yo quien le 
hubiera hecho esa larga entrevista. Un libro que merece la pena para los que han leído 
obras suyas y para los que no las han leído, porque querrán leerlas.
El libro es riquísimo ya que en sus páginas, a través de las preguntas de Galey 
y las respuestas de Marguerite Yourcenar, se va contando la historia del siglo
 veinte, se repasan sus obras, se debate sobre temas que no han perdido, treinta años
 después, ni un ápice su actualidad. Va desgranando su pensamiento en estas 
conversaciones y largos monólogos, para hablar, entre otras cosas, de su escritura 
y sus autores favoritos, o de la importancia de los protagonistas de sus obras, 
especialmente Adriano (Memorias de Adriano) y Zenón (Opus Nigrum). También
 reflexiona sobre su infancia, el feminismo, el medio ambiente, el amor a los animales, 
la religión y los asuntos espirituales, el racismo, el aborto o la política; sobre 
cómo debería ser la educación de los niños o sobre lo complejo de vivir. Toda una
 lección de vida impartida por esta autora compleja y sin prejuicios y que aseguraba 
que le gustaría morir "con los ojos abiertos".
Por eso, y teniendo razón M. Yourcenar cuando, al hablar de sus lectores dice que
 “cada uno al leer mis libros, se fija en las cosas que se les hacen familiares, cada uno
 detecta  las facetas que reflejan su propia vida” contaré lo que me ha llamado la 
atención, lo que subrayado y las cosas que se me han ocurrido al leerlo.  Sabiendo que,
 si este libro lo hubiera leído hace veinte años o lo leyera dentro de veinte, 
los subrayados serían diferentes. De hecho, a veces releo algún libro y me suelo 
preguntar en qué estaría pensando cuando subrayé una determinada idea, diálogo,… 
pues no me dicen nada ahora.
Debo confesarlo. Soy un maltratador de libros. Por eso, tengo libros que están limpios
 y cuidados y otros que están llenos de subrayados, esquinas de páginas dobladas, 
comentarios al margen, párrafos tachados,… “Marguerite Yourcenar. Les yeux ouverts”
 ha quedado hecho un desastre. De hecho me recuerda un libro que inadvertidamente 
dejé al alcance de mi hija María, dos años por aquel entonces (snif, snif,…), quien
 volcó su energía, creatividad, pasión artística y todo su arsenal de plastidecors 
sobre ese inesperado y atractivo lienzo-.
Pero no os fiéis de mí. Compradlo. A pesar de que lo que leáis escrito por mí no os guste.
 De verdad. “Marquerite Yourcenar. Los ojos abiertos”. Editorial Plataforma (editorial 
que dona el 0,7% de sus beneficios a diferentes ONGs. No es mucho pero yo no 
doy tanto). (Mi amigo, tan amante de la buena vida como de Chuck Norris 
-¡Es como Dr. Jekill y Mr. Hyde¡-, que compre las colecciones completas de cómics 
manga de Monster, Barrio Lejano y La Espada del Inmortal…). No me llevo comisión,
 lo prometo. Leedlo, ¡tratadlo como se merece¡, y si después me/nos contáis
 lo que habéis subrayado, tachado, remarcado,.. Seré feliz de compartirlo.
 
de la educación
Nothing in education is so astonishing as the amount of ignorance it accumulates
 in the form of inert facts (No hay nada más sorprendente en la educación 
como la cantidad de ignorancia que acumula en datos inertes).   
Henry B. Adams
Nadie decidió que no fuera al colegio. En realidad fue una decisión pasiva. 
No era raro en aquella época que los niños (de familias acomodadas) no fueran 
al colegio. Tuve una buena serie de tutoras pero contaban poco. Yo diría incluso 
que no contaban nada. Me enseñaban aritmética, historia de Francia, pero tenía 
la impresión de que aprendía más cuando estaba sola, lo que resultaba cierto.   
Las matemáticas no eran mi fuerte. Encontraba que los problemas eran ridículos: 
¿qué suma de frutas se obtiene cuando se llena una cesta con tres cuartos de 
manzanas, un octavo de melocotones y dos sextos de cualquier otra cosa? Yo no 
veía el problema; me preguntaba porqué habrían organizado la cesta de esa manera,
 por lo que, el problema no tenía solución.
Pienso en la lección sobre tipos de bacterias, virus, bacilos y sus diferentes tipos 
y colores que memorizaba la pobre Paula (10 años) para su examen de “Cono”. 
Y pensaba con fastidio que más de treinta años después, Paula estudia como yo. De memoria.
Muy crítica, como no, con lo que ha resultado ser la democracia (un cheque en 
blanco cada cuatro años), es especialmente crítica con la ignorancia que reina 
actualmente tanto en las democracias como en los regímenes totalitarios. Una
 ignorancia tal que solamente puede ser debida al interés que tiene el sistema 
(o el régimen concreto) en que estemos entretenidos (fútbol, la princesa del pueblo,
 la crónica de sucesos macabros, la crónica rosa fosforito,…) y no pensemos, 
que no interesa (no vaya a ser que nos dé por sublevarnos).
Ante la pregunta de qué es lo que debiera enseñarse en los colegios, responde:
Siempre me ha gustado reflexionar sobre lo que debiera ser la educación 
(no universitaria) yo creo que debiera haber unos estudios de base muy simples,
 que enseñaran a los niños que existe en el seno del universo un planeta en el que
 deberán más adelante gestionar sus recursos, que depende del aire, del agua, 
de todos los seres vivos y que el menor error, la menor violencia puede correr 
el riesgo de destruirlo.
Les enseñaría que los hombres se matan entre sí en guerras que nunca han hecho 
nada más que producir nuevas guerras (el último Premio Nobel de la Paz, el becario 
de Michelle Obama, al recoger el premio justificó la guerra para detener otras guerras;
 lo que Bush II, el Sanguinario –serían sus asesores, pues lo creo incapaz de crear
 semejante contradicción de términos- denominó guerras preventivas) y que 
cada país organiza su historia, falsamente, para halagar su orgullo (¡y contentos 
si no es para crear razones para odiar a otros países!).
Les enseñaría lo suficiente del pasado para que se sientan ligados a los hombres
 y mujeres que les han precedido, para que admiren a los que se lo merecen  
(no por ganar guerras, por conquistar países, por expulsar a “los otros”,…)  
pero sin idolatrarlos…”.
Trataría de que se familiarizaran a la vez con los libros y con las cosas; 
que supieran los nombres de las plantas, reconocieran los animales sin 
obligarles a hacer odiosas vivisecciones impuestas a los niños y adolescentes 
bajo pretexto de la biología; les enseñaría a dar los primeros cuidados médicos 
a los heridos, a ver y cuidar personas enfermas y terminales;
Les daría también nociones simples de moral sin la cual la vida en sociedad 
es imposible, unas nociones que en los colegios ya no se atreven a dar  
(o la dan en forma de preceptos o leyes que, de no cumplirse son pecado 
y, si no se los cuentas a un señor de color negro, rojo o morado, te quemas 
en una hoguera). En materia de religión (ella, católica) no les impondría 
ningún dogma, pero les enseñaría un poco de todas y cada una de las 
grandes religiones del mundo, y sobre todo de aquellas del país en que
 vivan para despertar en ellos el respeto y destruir algunos prejuicios.
Les enseñaría a amar el trabajo cuando el trabajo es útil y a no dejarse
 llevar por la impostura de moda, comenzando por las que les lanza a 
comer dulces más o menos adulterados, preparándoles las caries y las 
diabetes futuras.
Hay formas de hablar a los estudiantes de cosas verdaderamente 
más importantes de las que se les habla”                 
Si tenéis un rato, por favor, ved este video. Os gustará y veréis a 
vuestros hijos y la educación que le queréis dar de otra manera. Creo que 
es el video más interesante que haya visto en youtube. Es divertido, interesante 
y… muy cierto. Dedicadle los quince minutos que requiere. No os arrepentiréis.
http://www.youtube.com/watch?v=1rYVMMkmJJI&feature=related   
(los primeros 24 segundos son publicidad pero bueno…)
http://www.youtube.com/watch?v=6OkKRf4HrUA&feature=related
 

El destino en nuestra vida
 
Cuente Marguerite que Rabindranath Tagore le escribió una carta en la que 
le proponía ir a estudiar a su universidad de Santikinetan, en India. Pero en 
aquella época, en la que ella tenía diecisiete años, una chica no abandonaba 
a su familia para irse a India. Todavía no estaban de moda los autobuses 
de hippies yendo al Nepal, ni las Becas Erasmus (una madre del colegio 
me dijo que ahora las llamaban “Becas Orgasmus” y que su hija no iría 
a estudiar fuera ni de broma…).
Dice que desde entonces siempre ha sido muy sensible al hecho de que 
cada acción, cada decisión (o indecisión, que no deja de ser una decisión 
–seguir igual-), incluso la más pequeña, abre y cierra una puerta. Muchas 
veces se arrepintió de no haber ido. ¿Hubieran ocurrido otras cosas? ¿Habría 
vivido con otras personas? ¿Cómo habría sido su vida? ¿Habría llegado o 
no al mismo punto?
Cuántos encuentros de nuestra vida, cuántas relaciones humanas se surgen 
o pasan de lado simplemente por el hecho de que “se da una moneda o un 
recorte de prensa a cambio de un sello o un periódico, sin conocer de nada 
a esa persona. Hacemos todo de una manera automática, que pudiera ser novelada, 
aunque esto parezca extraño ya que ni pensamos en ello”. Esto lo subrayé 
muy fuerte. Tendré que ver porqué…
Para ella el azar, la casualidad, el destino,… son una constante en su pensamiento 
–y en el mío, ¡¡salvando las distancias entre la profundidad, calidad e inteligencia de 
su pensamiento y el mío-. Cree enormemente “en el papel que el azar, la fortuna,
 la casualidad (no la causalidad) juega en todo. Y por azar entiende el entrecruzamiento
 de eventos producidos por causas muy complejas como para que nosotros podamos 
definirlas o calcularlas, y que, en cualquier caso, no parecen (¡qué prudente soy¡ 
-este comentario es suyo-)… dirigidas por una voluntad exterior a nosotros”
De “Archivos del Norte” -segunda parte de una trilogía familiar en la que se propuso 
evocar el pasado de una familia “contando lo que sabía de la misma y sin inventar 
lo que no sabía” que empieza con su nacimiento y el resto de protagonistas que 
van apareciendo en la novela son sus parientes más próximos (su abuela Noemí, 
interpreta el papel de la villana de la historia, una especie de "bruja malvada") tenía 
subrayado –curioso- que “a las personas no les gusta descubrir cómo depende 
su vida del azar, les avergüenza. Les gustaría tener una vida más o menos 
controlada por ellos mismos; y, si no es por ellos, por sus pasiones, sus amores,
 incluso por sus errores. Les parece más bello e interesante. Pero que haya 
dependido simplemente del autobús que ha cogido…” y en el que estaba 
esa chica que después…
Para ella (y para mí) nada está predestinado ni hay una organización extremadamente 
sabia de la cual nosotros no vemos más que una pequeña parte. Al contrario, 
vivimos en un caos –en el sentido de imprevisión- del cual surgen millones de 
vidas posibles de las cuales con nuestras decisiones o indecisiones vamos 
eligiendo, dibujando, la nuestra. 
“Zenon se mira en un espejo, ve docenas de hombres –es un pequeño espejo 
de varias caras que yo conocía, que había visto en una casa en Lübeck- y 
después se va. Esta imagen es el símbolo de todos los Zenon posibles todavía
 a su edad: tenía cincuenta años”. 
 Y…¿el destino de nuestra vida?
Marguerite estaba convencida de que el destino de nuestra vida era ser útiles. 
Lo cual dicho así parece fácil… o no… no sé. El caso es que, en su caso, 
decía que había escritores útiles y perjudiciales. Éstos últimos eran los que
 escribían deformando o falsificando (incluso inconscientemente) para obtener
 un efecto o un escándalo (y, en definitiva, popularidad y dinerito); si se deja
 llevar y sigue las opiniones de aquellos en los que no cree (para que no se le 
enfaden, no le contraten y se quede sin dinerito).
Un escritor es útil si apela a la lucidez e inteligencia del lector, si trata de que 
piense por si mismo y aprenda a cuestionar sus prejuicios, si le hace ver y sentir
 lo que el lector no habría visto ni sentido sin él. “Si mis libros son leídos y
 llegan a una persona, una sola, y le ayudan de alguna manera, aunque
 solamente sea por un momento, yo me considero útil”.  
Primero ser útiles al hacer lo que hagamos, seamos médicos, seamos, 
profesores, seamos ingenieros -por poner las sencillas-, o seamos padres 
o madres, maridos o mujeres, hijos o amigos –por poner las difíciles-,… 
haciéndolo mejor cada día, de forma honesta. 
“Después tratar de dejar tras nuestro un mundo más limpio, un poco 
más bello de lo que era cuando llegamos, aunque el mundo sea un patio 
trasero o una cocina. Si el pasaje de Souvenir Pieux sobre los elefantes 
masacrados a desanimado a un solo ricachón desocupado de ir a cazar 
elefantes a Africa o a una sola mujer de comprar un complemento de 
marfil, sentiré que haber escrito este libro ha merecido la pena”. 
Y todo ello sin perder la esperanza y la ilusión. Aunque parezca imposible 
(“lo hicieron porque no sabían que era imposible”, cita que nunca he conseguido
 saber dónde la leíe y quién la escribió pero que es un mantra que me recito en 
ocasiones cuando las cosas no van bien), hay que intentarlo. “Lucha como
 si la lucha sirviera para algo, trabaja como si el trabajo sirviera para algo” 
(del poema Bhagavad-Gita, “biblia” del hinduismo, en el que el guerrero Aryuna
  busca respuestas en la divinidad Sri-Krishna).
Me sorprendió por todo los prejuicios, probablemente muchos de ellos justificados,
 que tengo ante la religión y la palabra “santo” (teniendo en cuenta que muchos
 de los así denominados se ganaron su santidad rebanando cabezas de infieles, 
expulsando judíos de sus países, comprando favores en la Santa Sede,… 
no sigo, que me caliento…). Pero dice Marguerite tomando una cita de otro 
escritor francés que “No hay más desgracia, que la de no ser santos”. Ella 
misma reconoce que “la palabra da miedo. Pero ser santos depende de 
nosotros mismos, ya que depende de nosotros mismos ser mejores cada 
día. Estoy firmemente convencida de que el principal objetivo de esta vida
 es ser un poco mejores cada día. No hay otro ni más importante ni más 
trascendental” ni más enriquecedor ni que nos haga más felices.  
Como he estudiado en colegio de curas, bueno, eran hermanos (maristas),
 o sea primos hermanos de los curas, y me han enseñado a aborrecer las 
palabras “religión”, “bondad”, “sacrificio”, “hacer el bien”,… esto me cuesta 
escribirlo porque me parece que les estoy dando la razón. Pero bueno, uno
 se hace mayor y tampoco pasa nada. Quizás no se supieron explicar o yo
 supe o no quise entenderles (o ellos estaban en mi misma situación y tampoco
 se lo habían explicado del todo bien).
Pero es cierto que no hay nada que nos haga más felices, de verdad, en el
 fondo, que dure más que un rato, que “hacer el bien” -echar una mano a 
un compañero de trabajo, ayudar a un amigo en apuros, colaborar con tiempo 
y, si no, con dinero con una organización que trabaja por los más desfavorecidos
 y lo mal que te sientes cuando has hecho justamente lo contrario y superarte 
a ti mismo ya en un nuevo reto en el trabajo, en una relación, en una afición… 

Marguerite lo ponía en boca de Adriano, tras darse cuenta del mal que consciente 
o inconscientemente había hecho y, muy especialmente a su amigo y amante 
Antinous, “Si hubiera sido más listo, hubiera sido feliz hasta la muerte”.
Pero ¿porqué somos tan tontorrones que nos cuesta menos hacer la puñeta 
y poner a caldo a quien se tercie que ayudarle y aceptarle y reconocerle, y, 
por tanto, somos tan infelices?. Un buen amigo y antiguo compañero de trabajo 
me mandó un día un email que decía “!!cuándo no vamos a dar cuenta que 
estamos aquí para hacernos la vida más fácil los unos a los otros¡¡”. 
Si lee, esto, se reconocerá.