3 de diciembre de 2010

Marguerite Yourcenar. Les yeux ouverts (Parte II)


Marguerite Yourcenar. Les yeux ouverts (Parte II)
Some say this world of trouble, Is the only one we need, 
But I'm waiting for that morning, When the new world is revealed. 
Lord, how I want to be in that number, When the new world is revealed 
Oh, when the saints go marching in, Oh, when the saints go marching in 
Lord, how I want to be in that number, When the saints go marching in
(http://www.youtube.com/watch?v=wyLjbMBpGDA -en versión Louis Amstrong-)  
(Canción tradicional, New Orleans. Al acompañar el féretro hasta el cementerio, la banda la
 tocaba como canto fúnebre. A la vuelta del entierro, la tocaban al estilo Dixieland, 
alegre, como la hemos conocido. ¿Curioso, no? 
Imaginemos un entierro así aquí, con la banda tocando una alegre canción a la vuelta 
del cementerio…).
 
Cómo nace un libro. La escritura (y cualquier otra actividad) como artesanía

Aunque hable de libros y escritura os animo a que, en la medida de lo posible, 
penséis en vuestro trabajo u otra actividad que hagáis. Me parece que nos hace verlo de otra manera.
El libro nace…
“Cada libro nace de manera particular, como si fuera un, digamos, la semilla de un árbol. 
Una experiencia transplantada en un libro se lleva con ella el musgo, las flores salvajes que esa tierra en la que ha enraizado. Cada pensamiento que hace nacer un libro lleva consigo una serie de circunstancias, todo un conjunto de emociones e ideas que nunca serán iguales en otro libro”.
“A veces nace cómo una especie de deseo de expresar que es misterioso. Porqué se produce 
ese deseo,
yo no lo sé, pero hay situaciones, reflexiones que piden ser escritas, ser dichas, de forma inexplicable.  
“Escribir un esfuerzo, es un trabajo, pero casi como un juego, y una alegría, porque lo esencial, 
no es la escritura sino la visión. Yo he escrito mis libros mentalmente antes de transcribirlos sobre el papel y, a veces, los he olvidado hasta diez años hasta que definitivamente les he dado una forma escrita… … alguna escena la he visto y he pensado: me he dado cuenta que ni tenía el tiempo, ni la ocasión de escribirla en ese momento, ni siquiera ese mes o ese año, puede que se me olvide incluso pero ya veremos…”.
Se trabaja, se pule
“el método de trabajo varía con cada obra en la medida en que cada una es una enigma diferente 
a resolver. Los pintores también lo dicen: cada retrato plantea un nuevo problema. Incluso Rembrandt debía dudar cuando tenía un nuevo modelo que pintar...” “Ves que algunas escenas son demasiado flojas, algunas situaciones demasiado rígidas; apretar aquí, aflojar allá, es una labor de mecánico”
“Intento eliminar lo que no es esencial, de no dejarme llevar por el adorno, como hacía cuando 
era joven. 
En aquella época creía que tenía que redondear cada frase. Ahora, con más edad y experiencia, busco frases más limpias, imágenes más sencillas, sin tratar de ser original a cualquier precio.¿Ser yo sin maquillaje? ¿Guste o no? 
¿con recetas?
Recuerdo que, cuando me fui a vivir a un piso tras varios años en un colegio mayor,
no sabía cocinar ni un pan tostado. Ese verano, mi señora madre me dictó una serie de cinco o seis recetas que mezcladas daban (se me ha olvidado el cálculo de combinaciones pero pongamos que mezclándolas y haciendo diferentes variaciones me salían unas quince o veinte recetas con las que sobrevivir dignamente). Pero, solía ocurrir que cuando teníamos una cena especial en casa –esa chica que habíamos invitado a conocer “a mis amigos del piso”, por ejemplo- los nervios me atenazaban y por mucho que tuviera la receta delante y la hubiera hecho cien veces, justo ese día no la veía clara. Llamaba a casa, a mi madre, y ante mis preguntas concretas ¿cuánto tiempo lo guiso? ¿Cuánta sal le pongo?, ¿y el el horno a qué temperatura? ella me respondía con “lo que tu veas”, “la justa” “lo que te pida”,… peticiones que mi cazuela en marcha, por mucho que ponía la oreja, no me hacía.
Marguerite, preguntada por si para escribir seguía sus recetas responde –debe haber hablado 
con mi madre- “no se releen nunca las recetas. Solamente los malos cocineros consultan su libro de cocina cada cinco minutos –me estoy imaginando a mi Ana, mirando los minutos que dice el manual de la thermomix que hay que tener la verdura cociendo y poniendo el avisador a 14 minutos 35 segundos-, hay que variar; según el humor hay que cambiar, según los ingredientes que, en ese momento haya a mano. El pan (ella hacía su propio pan) nunca sale dos veces igual. En invierno, por ejemplo, hace mucho frío aquí; y le lleva mucho tiempo al pan comenzar a levantarse; como no se sabe si finalmente se hará, hay momentos que recuerdan al de la escritura.
“…Con la versión definitiva de Memorias de Adriano y Opus Nigrum, sentí claramente cuando 
no podía ya cambiar nada, ni añadir una palabra de más a la obra finalmente finalizada. También así la cocinera (o el cocinero, añado yo)  percibe que es el momento justo de apartar del fuego las legumbres”.
 los personajes toman vida propia (mi proyectos, tu enfermo, su hija, los que se fueron)
“todos están presentes, como están presentes todas las personas que amo o me interesan, 
presentes
o pasadas. Te conozco muy poco pero estarás presente cuando te vayas. Creo que nunca renuncio a un ser que he conocido y desde luego nunca olvido a mis personajes. Les veo, les comprendo. Un personaje creado por nosotros no muere nunca, igual que nunca mueren en este sentido nuestros seres queridos”
“Cuando pasas horas y horas con una criatura imaginaria, o que haya vivido antes, no solamente
la inteligencia la mantiene viva, la emoción y el afecto entran en juego… … hacemos callar nuestra mente, escuchamos, y se oye una voz. ¿qué quiere decirme, qué quiere mostrarme, qué quiere enseñarme? Y cuando le escucho bien, ya no me abandona”
No creo en el más allá, ni en el paraíso ni el infierno (de donde probablemente saldría 
churruscadito) pero, es cierto que, Ramón, mi querido abuelo Ricardo, están ahí cuando quiero que estén. Y, cada uno desde su diferente sabiduría y conocimiento, me ayudan a pensar que es lo mejor en cada caso. ¿A vosotros/as, no?
Curiosamente, Marguerite piensa algo parecido: “Parece que todo lo que he querido 
que expresara Adriano, refleja de alguna manera sobre mí. Su lucidez da fuerzas a la lucidez que me falta en ocasiones; en momentos de crisis, me acuerdo de las que el sufrió y superó; su disciplina augusta, su virtus augusta me mantienen y sobre todo me viene muy bien su patientia.       
se depura
Marguerite, por si alguno quiere escribir -aunque, de hecho, todos escribimos aunque
no sean textos literarios- nos da un truquito: “a la tercera o a la cuarta revisión, armada con un lápiz, releo el texto, ya casi acabado, y suprimo todo lo que se puede suprimir, todo lo que me parece inútil. Ahí, triunfo. Escribo al final de la página: he suprimido siete palabras, he suprimido diez palabras,… Estoy feliz, he suprimido lo inútil.
“Cuando siento que he dicho todo lo que quería decir y que lo he dicho también como 
me era posible tengo la versión definitiva. En ese momento, tengo claro que está terminado, que esta finalizado”.
se disfruta
“Entonces experimentas un sentimiento maravilloso –que experimento con otras cosas,
no solamente con los libros-, la satisfacción y la sorpresa de haberlo logrado con éxito, de agotamiento, de haber llegado al final. Supongo que es así lo que siente el deportista cuando llega a la meta, no estando seguro de que si iba a llegar”.
Es cierto que cuando algo te ha costado esfuerzo, le has puesto empeño, has hecho todo
lo que estaba en tus manos y has logrado lo que querías, sientes ese cansancio, mezclado de alegría, de alivio, de bienestar, de paz, ya sea tras correr una maratón, acabar un proyecto, ver que tu hijas han soltado amarras y que tienen sus raíces pero también alas para volar, realizar una complicada operación, acompañar hasta el final a un ser querido. Y en esos, momentos, fugaces pero intensos y profundos sientes algo parecido a la felicidad. Y, curiosamente, esto no ocurre cuando algo te viene dado (bueno si es el bote de la primitiva, sí; y si encima no has comprado número, como es mi caso, más¡).
Según voy reescribiendo lo que he leído veo muchas similitudes entre la escritura y otras 
actividades, incluso, la más general de todas, la vida.
La universalidad de la persona (pese a quien pese)
y los negro espirituals
Yo creía conocer la vida pero fue realmente día que me encontré 
en el anonimato total 
de las grandes ciudades americanas, en una civilización que todavía hoy siento muy diferente a la europea, ya sea en las rutas del sur o Nuevo Méjico o en la región en la que vivo (Maine, al Norte de Nueva York), cuando aprendí un poco de la locura humana y cómo cada uno está obsesionado por sus propias preocupaciones, y cómo, en el fondo, todos nos parecemos. Esa experiencia me fue útil para aprender a ver al otro como un igual.
(A propósito de si está interesada en autores extranjeros) Es mucho decir que alguien es
extranjero para ti, absolutamente extranjero. Pienso en Dickens –me gusta mucho Dickens- y a veces me digo que mi literatura y vida está muy alejada de la suya, ¿pero es así? Hay en su mirada a la pobreza, a la miseria de Londres, muchos detalles que corresponden a lo que entiendo por la caridad. Siempre hay en cada elección algo que no es necesariamente lo esencial del hombre pero que basta para unirnos, emparentarnos, en lo más profundo.     
Marguerite Yourcenar dedicó una parte de su tiempo de trabajo literario a traducir
letras de “negro spirituals”. Cuando leí esto me emocionó porque hubo una época, cuando tras horas de estudio seguía sin entender un pimiento de Mecánica de 2º y la frustración y el desánimo podían conmigo, ponía unos casettes (¡cómo suena esto, eh? ¡prehistórico¡) de The Golden Gate Quartet –quienes popularizaron los “negro spirituals”- y conforme iban pasando las canciones acababa tarareándolas, improvisando una batería y haciendo el coro-berreo a estas cuatro maravillosas voces que formaban el grupo y el buen humor y las energías para volver al ataque volvían. A lo mejor el grupo no os suena pero canciones como “Oh, when the Saints go marchin’n’” seguro que sí. Una de mis preferidas eran Swing Down Chariot y, gracias a youtube he podido recuperarla y verles a esta buena gente cantándola (http://www.youtube.com/watch?v=wyLjbMBpGDA).
A lo largo del siglo VVIII y las primeras décadas del siglo XIX,
los esclavos de los estados del sur, fueron creando un cancionero propio, en un primer momento muy relacionado con los cantos de trabajo de origen africano y siempre tienen una letras muy muy emotivas. Además del contenido religioso, los espirituales constituyen una verdadera crónica de la vida de los oprimidos. Hablan del sufrimiento y de las pruebas que hay que superar, de las luchas por la liberación, de la búsqueda de un hogar... Cuenta Marguerite que “del estudio de estas letras aprendió mucho de la unidad profunda de todas la raza humana (en singular, sin rh del signo que sea –nota del traductor metomentodo-) ante el dolor… .. Los Negros logran expresar con este “idioma” el dolor, la muerte, la piedad, el éxtasis religioso y también los recuerdos lejanos de sus ritos iniciáticos indígenas, mediante los que iban a la montaña solos a buscar a Dios”.
Y nos cuenta cómo ella cree que “ es necesario reaprender a amar la condición humana tal y 
como es, aceptar sus limitaciones y sus peligros, volver a coger las cosas de cero,
 renunciar a los dogmas de partidos, países, clases, religiones, todos intransigentes y, 
por tanto, mortales. Cuando amaso el pan, pienso en las personas que han sembrado el trigo, 
en los especuladores que han hecho subir artificialmente el precio, a los tecnócratas que 
han arruinado la calidad poniéndose el servicio de los grandes intereses. Pienso en las personas 
que no tienen pan, y en aquellos que tienen demasiado, pienso en la tierra y el sol que han hecho 
crecer el trigo y pienso en cómo todos estamos interrelacionados y debemos trabajar juntos. 
Aunque parezca sea imposible, hay que intentarlo”. 
 

Y, para acabar, el feminismo (a ver si salgo de esta con ayuda de Marguerite…)
  
Para que no me critiquen mis amigas –no creo porque estarán de acuerdo-, casi voy
a dejar que sea Marguerite Yourcenar quien diga lo que yo opino:
“Estoy contra todo particularismo de pais, de religión, de cualquier especie. Por lo que no contéis
conmigo para que lo haga con el sexo (género, se dice ahora). Creo que una buena mujer vale tanto con un buen hombre, que una mujer inteligente vale igual que un hombre inteligente. Es simplemente verdad. Si se trata de luchar porque las mujeres, a igualdad de méritos, reciban el mismo salario que un hombre, participaré en esa lucha…
…pero también encuentro lamentable ver a la mujer jugar a dos cartas. Ver, por ejemplo, 
revistas que, para adaptarse a la moda (porque las opiniones son también modas) publican 
artículos feministas supuestamente incendiarios, ofreciéndoles a sus lectoras que las ojean 
distraídamente en la peluquería, el mismo número de fotografías de guapas jovencitas
–o más bien chicas que serán guapas si encarnan el modelo publicitario deseado-. 
… que las feministas acepten este tipo de mujeres objeto me sorprende. Me sorprende q
ue continúen siguiendo de forma gregaria los dictados de la moda, como si la moda y elegancia fueran la misma cosa. Y me sorprende que millones de mujeres acepten, en una total inconsciencia, el suplicio y la tortura sobre animales para probar en ellos futurtos productos cosméticos o su muerte en el hielo para poder lucir vestidos, bolsos o zapatos de pieles.
coches usados o mujeres usadas...

       Que lo compren con el dinero ganado trabajando, con el de su marido o con el de su 
amante no cambia la cosa. El día en que las mujeres hayan conseguido prohibir que una jovencita con aire desafiante fumando empuje a sus lectores o lectoras a fumar cigarros que en la misma página en la que abajo en tres líneas casi ilegibles declaran el tabaco cancerígeno, la causa de las mujeres habrá dado un gran paso.     
En definitiva las mujeres que se quejan de “los hombres” y los hombres que se quejan de “las mujeres” 
me inspiran un inmenso aburrimiento como todos los que se llevan por clichés convencionales. Hay virtudes específicamente “femeninas” que las feministas hacen mal en desdeñar lo que no significa que hayan sido exclusivas de las mujeres: la dulzura, la bondad, la fineza, la delicadeza, virtudes tan importantes que sino las tuviera al menos en una pequeña parte no sería un hombre sino un bruto.  Y hay virtudes llamadas “masculinas” que no significa que todos los hombres las posean: el coraje, la resistencia, la energía física, el dominio de sí mismo,.. y que la mujer que no las tuviera aunque solamente fuera una pequeña parte no sería una mujer sino un paño, por no decir un trapo”
Pienso como ella que me gustaría que estas virtudes complementarias nos hicieran a
todos mejores, hombres o mujeres pero que pretender suprimir las diferencias que existen entre géneros, tan variables e imprecisas como pueden ser las diferencias sociales, me (nos -a Marguerite también-) parecen deplorables como todo lo que empuja al ser humano de nuestro tiempo hacia la uniformidad. 
 
¿Cuándo dejaremos de ver anuncios de servicios sexuales en los periódicos, 
muchos de ellos pretendidamente de izquierdas (pienso en uno de mi ciudad) y otros pretendidamente católicos (y pienso en otro también de mi ciudad)?

acabemos con un bello amanecer en
Mount Desert Island donde vivió y murió Marguerite.