29 de octubre de 2010

Groucho y yo (5 y última parte) Snif, snif,...

 
(Para Cristina, amiga babiana, que no lo leerá ya que mis correos de vienen devueltos)
(y para el resto de los Hermanos Marx –que también eran Marx Bros-)
"Es mejor permanecer callado y parecer tonto 
que hablar y despejar las dudas definitivamente."
G. Marx
… y abriendo el camino a El Club de la Comedia
Nos quedamos contando cómo a Groucho Marx le gustaba romper moldes y cuestionar 
lo obvio y rerirse de lo establecido y cómo se encontraba con gentes que, de entrada,
 estaban en contra de cualquier cosa que no fuera “como siempre se han hecho las cosas”. 
Cuenta como le ocurrió algo parecido la primera vez que presentaba en televisión “You
 bet your wife (¿se apuesta su esposa? –no creo que signifique eso porque si fuera así,…
será ¿Apuesta con tu esposa? -¿¿Algún traductor en la sala?? ) después de haber estado 
funcionando con mucho éxito en la radio durante varias temporadas. Lo primero que le 
preguntaron fue cómo iba a ir vestido. Sorprendido les contestó que llevaría un traje normal, 
se sentaría en un taburete alto y preguntaría acerca de sus vidas, tal y como había estado
 haciendo en la radio.
Un hermano de sangre de los obstruccionistas de los que os he hablado, se adelantó y dijo
 “Sr. Marx, debe ser consciente que esto no es la radio. Esto es la televisión y la televisión
 es como el cine pero en una pantalla pequeña. La gente espera acción. No puede sentarse
 ahí como un buho en una rama (este tipo era un realmente listo). “Tiene que andar de forma
 simpática por el escenario-“ insistía.
Basura -  dije.
 Basura, basura¡ exclamó le mientras saltaba y se movía de un lado para otro moviendo los
 brazos. -¿Qué clase de respuesta es esa?-, me increpó.
 “-Una no muy buena”- concedí. “Pero usted tampoco es Ring Lardner (periodista  
deportivo y escritor satírico estadounidense y para algunos críticos uno de los 
mejores escritores de relatos breves de Estados Unidos)- me defendí.
-¿quiere usted decir que se va quedar sentado en una banqueta sin moverse nada? 
–me preguntó.
- Ni un músculo- precisé
- Pero usted no puede hacer esto¡- insistía”
Groucho hizo lo que tenía pensado y el programa, además de alcanzar las cotas
 más altas de audiencia de esos incipientes años de la caja tonta, dio paso a lo 
que ahora llamamos el Club de la Comedia, y esos monólogos en ocasiones tan 
divertidos (Buenafuente, El Gran Wyoming, EVA GONZALEZ –dejarla por la 
Carbonero…- Iker, sabía yo que nadie es perfecto, tu tampoco.) y en otras 
tan flojos (Pablo Motos,…). Esto, como todo, es opinable pero a mí me gusta 
más el humor ácido. Pero hay que darles le mérito que merecen cuando los
 únicos medios son tú y tú y tú.
Así fue y así se lo contamos Groucho y yo (pero antes de despedirnos
 pasaremos por Babia…) 
“Tras la muerte de Thalberg (murió a los 37 años y fue conocido como The Wonder
 Boy -"el chico maravilloso" o "chico de oro"- hábil productor que elegía buenos 
guiones, seleccionaba a los actores adecuados y contrataba al mejor equipo, 
hacía rentables todas sus películas y fue el primero en hacer “películas de productor” 
  donde el productor tiene mucho que decir, es un hombre clave en la película)
 mi interés en el cine se desvaneció. 
Continúe apareciendo en películas pero “mi heart was in the Highlands” (lo que 
nosotros llamamos “estar en Babia”) que, para los que no lo saben, Babia 
es una comarca del norte de León, idílica y poco conocida –no se lo contéis 
a nadie- lindando con Asturias, llena de verdes pastos y donde el río Sil es 
todavía un arroyuelo que saltas incluso con mi limitada agilidad. Ya que soy 
leonés consorte, os cuento el porqué del dicho. Bueno hay dos versiones: 
La primera más divertida: En la Edad Media, los reyes de León escogían este 
lugar para su reposo y cazar, el cual les permitía alejarse de las tareas 
cotidianas de la corte. Según la tradición, esto originó el dicho "estar en Babia", 
ya cuando el Rey, aburrido en las largas sesiones de la Corte, se distraía el 
resto de los presentes, dándose codazos y riéndose decían que "El Rey 
está en Babia" soñando con aquellos lugares donde tan feliz era cazando y 
alejándose de las tareas propias de su cargo. Curiosamente, nuestro rey 
actual también se queda dormido en las entregas de los premios Cervantes 
y otros actos que se prolongan más de lo que su resistencia al aburrimiento 
aguanta ¿Dónde estará….? –la reina siempre más profesional o porque se peque
 los párpados o porque lo que veamos es una careta siempre es más profesional-. 
Es lo que tiene tener monarquías modernas…
La segunda, más bucólica, hace alusión a los pastores babianos que 
pasaban los inviernos en Extremadura con sus rebaños y recordaban con nostalgia
 su Comarca. Tanto echaban de menos su tierra que sentados junto al fuego, por las 
noches quedaban ensimismados y su mente volaba a Babia. Así hasta que otro pastor
 les sacaba de sus sueños diciéndoles " Despierta, que estás en Babia".
Para hacer más patria consorte, si tenéis la suerte de poder ir, escoger esta posada-casa
 rural http://www.elrincondebabia.com/ , no os arrepentiréis ni por el lugar, el Sil naciente,
 la casa, la pareja que los regenta, la paz que se respira en el lugar –siempre que no 
os ocurra como a nosotros que la pasamos con Paula, María… y sus respectivas varicelas-.
Volvemos con Groucho. “Mi canto del cisne  (última obra o actuación de una persona; a 
pesar de que el cisne no canta nunca -lo más emite un ronquido sordo- existe una leyenda 
antigua que afirma que emite el canto más melodioso como premonición a su propia muerte)
 fue “Una noche en Casablanca” fue una aventura independiente de la que nos llevaríamos
 un porcentaje de los beneficios…. …Sé que puede parecer una exageración pero durante 
el rodaje Harpo me dijo que se podía oír, por encima incluso del diálogo, el crujido de mis 
huesos. Un día, tras una particularmente dura jornada, llegamos a la conclusión que estábamos
 perdiendo energía e ilusión (y sin eso no se hace nada bien- nota del traductor métome-en-todo)
y que era hora de que lo dejáramos ahora que todavía estábamos parcialmente vivos.
Había escenas que estaban pensadas para más acróbatas (para jóvenes acróbatas) que para
 tres cómicos maltrechos pero que nosotros soportábamos bravamente. Teníamos que hacerlo.
 Para empezar nos caía bien el productor. En segundo lugar, y más importante, éramos dueños 
de parte de la película. Si fallaba, no sacaríamos dinero ni para pagar un coloca-huesos que
 reparara nuestros marcos.
Cuenta que la jornada empezaba a las ocho de la mañana lo que implicaba arrastrase de
 la cama a las 6, prepararse, desayunar y coger el coche –aprovechando los semáforos 
en rojo para aprenderse el guión-. “Luego había que hacerse el gracioso lo cual no era fácil
 en un lugar de luz tenue diseñado siguiendo el diseño de los antiguos mausoleos. En el suelo 
había cientos de cables y cuerdas, todas ellas puestas deliberada y estratégicamente para que 
tuviéramos que ir saltándolos.
Este párrafo me resultó especialmente divertido. “Encima no hay baños en las instalaciones
 – ni en ninguna en las que hemos rodado. Esta omisión vital ha sido siempre algo que me ha
 sorprendido. ¿Se proyectó así por razones económicas o concluyeron los arquitectos que los 
artistas no somos personas humanas y, por lo tanto, no tenemos esas necesidades físicas? 
En mis veinte años de artista he andado cientos de millas por las torres de Babilonia, las calles 
de Marsella, las arenas del desierto en la Meca, quioscos del metro, esquinas,… buscando como 
un loco…, no sexo, sino un cómodo y limpio baño.
“El rodaje continuaba de nueve a seis de la tarde… … si tenías la suerte de no aparecer en el 
primer corte, podías ir a tu camerino, que todavía no lo había limpiado la señora de la limpieza, 
para prepararte la parte de tu diálogo de la tarde. Después de hacerlo, pensabas que podías poner 
los pies en alto y relajarte. Cuando ya habías cogido postura y soñabas que estabas debajo de un 
cocotero en la isla de Bali-Ha’i con Shirley MacLaine (Ariadna Artiles, Eva González –traducción 
muy libre del traductor-) bailando la danza del amor solo para ti, entra el jefe de prensa 
acompañado de dos periodistas del sindicato de periodistas. Todo lo que quieren es cuarenta 
minutos de diálogo brillante. Si lo logran tendrán más que suficiente para la columna de 
mañana y podrán pasar la tarde en la playa…
… una vez que han dado las seis, todo el mundo corre hacia la puerta de salida. El director,
 el producto y nosotros nos quedamos visionando el resultado de un día de trabajo… … 
Cuando se han visto todas las escenas, se encienden las luces y todo el mundo mira al resto
 con ojos acusadores, salvo experto el productor que silenciosamente se ha deslizado hacia
 la puerta para finalizar sus planes para otro nuevo negocio.
De vuelta a la grabación de “Una Noche en Casablanca” era la última semana de rodaje, 
para cumplir el programa de rodaje -si no nos dijeron que nos iríamos de presupuesto- se 
decidió rodar todos los días hasta las diez de la noche. Teníamos que acabar el sábado. 
Nos mostraron unos números misteriosos de los que parecía deducirse que debíamos 
“matar” la película esa misma noche (algo, que por cierto, ya habíamos estado haciendo
 con bastante éxito desde el inicio del rodaje) para que ahorráramos una verdadera fortuna.
A la una de la mañana, la escena final todavía no estaba lista. (La escena consistía en 
una huida en avión en la que conforme despegaba el avión ellos trataban de subir 
a él mientras unos matones tratan de impedírselo) Mientras yo me zarandeaba de un 
lado al otro con una gran ventilador sobre mí para crear la sensación de que volábamos, 
tomé la decisión de que, para bien o para mal, cambiaría el curso de mi vida. Según colgaba 
del ala como un pavo desplumado, me dije a mí mismo: Groucho, viejo amigo, no te parece 
ésta una manera tremendamente ridícula de vivir los años que te quedan?. 
Acabamos el rodaje a las dos de la madrugada, nos dimos un apretón de manos los tres 
hermanos y ni a Chico ni a Harpo les sorprendió que anunciara que dejaba el cine”.
Rompamos el mito del epitafio de Groucho Marx
Existe un bulo sobre el epitafio de su tumba en el que por expreso deseo se habría 
escrito “perdonen que no me levante”. Pero es falso y lo puedo decir de primera mano. 
En mis tiempos de profesor universitario, como cualquier profesor universitario que se 
precie, me inventé una estancia formativa de tres meses en un Instituto de Estudios 
de la Calidad Ambiental que, casualmente, no estaba en Torrelodones (no vale hacer
 rimas fáciles…) sino California, más concretamente en Los Angeles. 
Entre las varias investigaciones y pesquisas que hice relacionadas con el tema de mi
 tesis doctoral -urbanismo y transporte en ciudades de tamaño media en España- visité
 la ruta de las misiones de Fray Junipero Serra, el parque de atracciones original de 
Disney -pequeño y decadente pero con encanto-, el parque de Yosemiti y su Gran Capitán,…
. Y también estaba visitar la tumba de Groucho Marx. Unos van a Torreciudad, otros a la Meca
, unos creen en Jehová, otros en Tom Cruise y otros en Billy Wilder (Fernando Trueba 
quien al recibir su Oscar por Belle Epoque dijo que no podía dar gracias a Dios, 
pero sí a Billy Wilder). En mi caso, en esa época de mi vida, tras acabar la carrera 
–probablemente eso explique parte de mi transtorno mental y ese gusto por el humor 
de los hermanos Marx- sentía verdadera devoción por los Hermanos Marx y ver la
 tumba de Groucho era algo que, ya que estaba allí, no iba a dejar de hacer. 
La tumba, no era tal sino que era un nicho. Groucho no fue enterrado sino incinerado -
como él mismo dijo, le hubiera gustado que el 10% de sus cenizas fueran vertidas sobre su representante-. Sus cenizas sí fueron sepultadas en ese nicho del cementerio Eden Memorial Park, en Mission Hills, en el condado de Los Angeles, donde este genio descansa por los siglos de los siglos. En el nicho, con las fechas separadas por la Estrella de David, se leía 
GROUCHO MARX
1890 – 1977
…………………………………….
Un hombre con sus grandezas y sus miserias, con sus vicios y sus virtudes,
 imperfecto como todos, incluso la bella Dafne, la bellísima y sensual Dafne 
que junto con Osgood, su enamorado y millonario armador protagonizaron
 el mejor final de la historia del cine (al primero que me diga la película y el director
 le invito a un gin-tonic, cerveza,… el primer día que le vea):
(Osgood conduce la motora que les lleva a Dafne y él hacia el yate)
Osgood, voy a serte sincera. No podemos casarnos
¿Por qué no?
Para empezar no soy rubia natural
¡No me importa¡ 
¡!Fumo, Fumo mucho¡¡
Me da igual.
Tengo un pasado horrible, llevo tres años viviendo con un saxofonista
Te perdono.
Y jamás podremos tener hijos
Podemos adoptarlos
Es que no lo entiendes, Osgood (quitándose la peluca) ¡Soy un hombre¡
Bueno, nadie es perfecto
----------------------------------------
"Es una tontería mirar debajo de la cama. Si tu mujer tiene una visita, lo más probable 
es que la esconda en el armario. De hecho conozco a un hombre que se encontró con tanta
 gente en el armario que tuvo que divorciarse únicamente para conseguir dónde colgar la ropa."
G. Marx.
The End
dnl

22 de octubre de 2010

Groucho y yo (4ª parte)

 
(Para los economistas y periodistas que escriben sesudos artículos en las páginas salmón de economía 
y para los que les gusta y se atreven a romper moldes –no jarrones-)
ahora ya no bebo. Solamente lo hago de vez en cuando en fiestas para evitar que me pillen sobrio. Pero
 con la llegada de la Prohibición llegué a la conclusión de que si algo era ilegal debía tener atractivo que yo no había descubierto todavía”
G. Marx. 
Prohibido prohibir (total no sirve para nada)
Viernes, 1 de Octubre, 2010, en el periódico El Mundo. 
Esperanza Aguirre también comentó un tema polémico: la legalización de las drogas por la que ya apostó
 el ex presidente del Gobierno Felipe González. "Hay que plantearse muy en serio lo que ha propuesto
 Felipe González", recalcó ayer la líder ‘popular’, tras recordar que "llevamos muchísimos años
 persiguiendo el tráfico de drogas" y enumerar países, como Afganistán y Colombia, que viven 
envueltos en "auténticas guerras civiles" como consecuencia de esta lacra mundial”
Casi 100 años antes, en 1919 en EE.UU. entra en vigor la 18ª. enmienda de la Constitución por la cual 
eran prohibidas las bebidas alcohólicas. La llamada Ley Seca (o La Prohibición). Se prolongó hasta 1933
 y tendría como efecto un espectacular auge de los grupos mafiosos ligados al comercio clandestino del
 licor, lo cual motivó numerosas polémicas mientras se extendía la corrupción entre quienes debían 
combatirlos (¿nos suena todo esto a algo?). La prohibición se hizo efectiva en todo el territorio nacional
 el 16 de enero de 1920.
G. Marx escribió en sus memorias “Un ejemplo más de la hipocresía generalizada y la torpeza de 
nuestros líderes apoyados y votados por nosotros que, lejos de resolver el problema lo agigantan 
y hacen inmanejable por la incorregible manía de decidir qué está bien y qué está mal, tratando
 de poner puertas al campo”. 
El desprecio a la ley alteró las costumbres -principalmente de las clases altas- de forma
 extremadamente nociva. Los viejos “Saloons” desaparecieron dando paso a los “speakeasies” o
 bares ilegales. Contrabandistas sin escrúpulos introdujeron licores en el país desde México, 
Canadá o las Indias Occidentales para ser distribuidos a su clientela. Incluso algunos americanos 
comenzaron a elaborar bebidas alcohólicas caseras. 
La bebida comenzó a tener un nuevo hechizo. Altos ejecutivos y grandes empresarios burlaron 
olímpicamente la ley en sus mansiones y clubs convirtiendo la bebida en un signo de prestigio social
 (de eliminarla a convertirla en un símbolo de estatus). Siguiendo el ejemplo de la clase alta y 
hostigados por la rebeldía juvenil, los teen-agers, estudiantes universitarios y gente joven, 
en general, no se quedaron atrás en el consumo de alcohol. Todo parecía indicar que la prohibición 
dejaba de ser el “noble experiment” (noble experimento), defendido por los legisladores y votado 
y apoyado bienintencionadamente por los americanos. La peor consecuencia de la prohibición 
fue estimular el crimen organizado.
Groucho lo vivió así “Estoy seguro que las personas, entre las que estaba yo, que con buena fe
 votamos la Ley Seca lo hicimos convencidos de que en unas pocas semanas todo americano 
de bien rompería sus botellas de alcohol contra la pared y mantendría el compromiso.
Sé que no es una opinión nueva ni original pero el mundo está lleno de gente que piensa que 
puede manipular la vida de otras personas simplemente aprobando una ley nueva. Hay grandes 
grupos de personas en América que, si les dejaran, prohibirían cualquier cosa que personalmente
 desaprobaran –fumar (no fumo, nunca he fumado y me molesta entrar en un local que apesta a humo 
pero creo que la cruzada integrista contra los fumadores tiene más de populismo e hipocresía que
 de salud pública), beber, bailar, ir al cine, comer salami italiano y, si pudiera ser regulado,
 incluso el sexo.
Ahora todos sabemos el éxito que tuvo la Enmienda 18ª. No sólo no logró que la gente dejara 
de beber sino que ayudó a crear la mayor liga de matones que todavía hoy (en 1949, pero
 también en 2010) es más poderosa que el propio gobierno. 
Siempre habíamos tenido la parte normal que nos correspondía de carteristas, falsificadores,
 ladrones de bancos, maltratadores y una variedad de delincuentes de poca monta. Pero para 
qué robar el bolso de una viejecita cuando podías ganar millones elaborando falso alcohol. A pesar
 de la enmienda 18ª y la desaparición gradual de whisky real, la gente todavía tenía ganas de beber 
y anhelaba un traguito de vez en cuando. Pero el Gobierno, con su sabiduría habitual, en lugar de
 permitir a sus ciudadanos beber moderadamente como señoras y caballeros, logro que el whisky 
que bebíamos envejeciera en madera durante mucho dos semanas completas.
De hecho hubo gente que nunca había bebido y comenzó a hacerlo. Yo fui uno de esos millones que 
nunca había bebido antes del 16 de Junio de 1920. No es que lo desaprobara moralmente, simplemente
 no me gustaba su sabor. De hecho ahora ya no bebo. Solamente lo hago de vez en cuando en fiestas
 para evitar que me pillen sobrio. Pero con la llegada de la Prohibición llegué a la conclusión de que si 
algo era ilegal debía haber algo atractivo que yo no había descubierto todavía…
… No quiero dar nombres pero algunos de mis mejores y más talentosos amigos murieron antes de
 tiempo gracias a la Ley Seca. El daño que esta ley hizo al país por culpa de una panda de puritanos
 (bluenoses, “narices azules” –nota del traductor accidental-) nunca podrá evaluarse. La Prohibición 
creó a Al Capone, Dutch Schultz y otros cientos de “pequeños césares”. 
Debo reconocer que esta parte me impactó al leerla porque me hizo recordar los esfuerzos inútiles 
por ilegalizar, criminalizar el consumo de droga que lo único que hace es que cómo decía Groucho, 
las élites la consigan buena y pura, los pobres desgraciados barata y mala, y se hayan creado 
las mafias (los Al Capones y pequeños y no tan pequeños césares de nuestro tiempo), que el 
viento corra por el campo mientras los puritanos, bien intencionados como los que promulgaron y 
votaron –entre ellos Groucho- la ley Seca, tratan de poner puertas, ventanas, alambradas al campo. 
 
Creo que, y sin que sirva de precedente, tengo que dar la razón a Esperanza y Felipe. Dejémonos de
 hipocresías y legalicemos, controlemos, comprobemos la calidad y el uso de algo que queramos o no
 –va a estar siempre ahí. Como el alcohol, como la ludopatía, como la belenesteban-manía. Nunca 
he tomado droga y haré todo lo que esté en mis manos porque mis hijas sepan loo riesgos que implica
 y sus efectos. Pero prohibirla por decreto hará que, como ya ocurre, se invente drogas de diseño 
todavía más peligrosas. 
Y a mí me pasa también que podría dar nombre de amigos y amigas cuya vida se destrozó para siempre,
 en otros quedó marcada con heridas indelebles y en otros, su vida no resistió. Y fue por tomar mierda
 adulterada y sin control.
Groucho no es sólo un tipo que hace chistes simpáticos y protagoniza escenas rocambolescas. 
Su crisis, la del crack del 29 
"Hasta entonces yo no había imaginado que uno pudiera hacerse rico sin trabajar"
“Al principio las ventas se hacían ordenadamente, pero pronto el pánico echó a un lado el buen 
juicio y
 todos empezaron a lanzar al ruedo sus valores que por entonces solo tenían el nombre de tales. Luego 
el pánico alcanzó a los agentes de Bolsa, quienes empezaron a chillar reclamando garantías adicionales. 
Esta era una broma pesada."
G.Marx (1929, no 2008)
Otro de los episodios que también me llamó la atención fue el referido al crack del 29. Parece que está 
hablando de lo que hemos podido vivir recientemente en la última burbuja inmobiliaria, sin ir más lejos
. Unos momentos en que "muchas de las agencias de Bolsa tenían más público que la mayoría de los
 teatros de Broadway y en que los camareros y carniceros hablan de los mercados como si se tratara 
del partido del domingo”..
El siguiente párrafo me recuerda casi literalmente los comentarios que entre nosotros, los tertulianos 
de mente enciclopédica, las hojas salmón -biblia de los empresarios (Díaz Ferrán entre ellos- y aspirante
s a empresarios-: 
De tanto en tanto, algún profeta de las finanzas publicaba un artículo sombrío advirtiendo al público 
que los precios no guardaban ninguna proporción con sus valores reales y recordando que lo que sube 
debe bajar alguna vez. Sin embargo, apenas nadie prestaba atención a aquellos conservadores
 imbéciles y a sus estúpidas palabras de precaución. Incluso Barney Baruch, el Sócrates de Central Park
 y el mago financiero de toda América, soltó una palabra de advertencia. No recuerdo exactamente 
la frase que dijo, pero vino a afirmar algo así: «Cuando la bolsa se convierte en noticia de primera 
página, es el momento de retirarse.»
Es curioso que ahora todos sepamos que es Goldman Sachs (uno de los principales responsables 
de la crisis mundial, que no cayó como Lehman Brothers porque, supongo que las ayudas –en su 
caso de 10.000 millones de dólares de los bolsillos del contribuyente americano- se dieron por 
orden alfabético y todos sabemos que la “G” va antes que la “L”…). 
Groucho cuenta cómo lo conoció gracias a un amigo actor: 
“Eddie, cariño - contesté con entusiasmo verdadero-, ¡has estado soberbio! Me disponía a lanzarle 
unos cuantos piropos más cuando me miró afectuosamente con aquellos ojos grandes y brillantes,
 apoyó las manos en mis hombros y 
dijo: -Precioso, ¿tienes algunas Goldman Sachs? 
-Dulzura -respondí (a este juego pueden jugar dos)-, no sólo no tengo ninguna, sino que nunca 
he oído hablar de ellas ¿Qué es Goldman Sachs? ¿Una marca de harinas? 
Me cogió por ambas solapas y me atrajo hacia mí. Por un momento pensé que iba a besarme. 
-¡No me digas que nunca has oído hablar de las Goldman Sachs! -exclamó incrédulamente-. 
Es la compañía de inversiones más sensacional de todo el mercado de valores”. 
Paradojas del destino que unen 1929 con 2010 y a este par de actores inversores con nosotros, nuestros 
trabajos y nuestras dudosas pensiones de jubilación. 
Según cuenta, tuvo suerte ya que “Algunos de mis conocidos perdieron millones. Yo tuve más suerte
. Lo único que perdí fueron doscientos cuarenta mil dólares (o ciento veinte semanas de trabajo, a dos mil
 por semana). Hubiese perdido más pero era todo el dinero que tenía. El día del hundimiento final, 
mi amigo, antaño asesor financiero y astuto comerciante, Max Gordon, me telefoneó desde Nueva 
York. [...] Todo lo que dijo fue: "¡La broma ha terminado!" Antes de que yo pudiese contestar el
 teléfono se había quedado mudo...se suicidó”
Hacia el paraíso terrenal (cuando Hollywood era un vergel y –pero no estaba Brangelina)
Tras ocho años de grandes éxitos en la costa este de Estados Unidos, la familia Marx al completo 
se trasladó a California gracias a un contrato que serviría de bálsamo para las heridas del crack 
del 29. En 1931 se montaron en el Santa Fe, tren que cruzaba los Estados Unidos –“los aviones 
todavía no tenían servicios comerciales fiables”-. Al llegar a Los Ángeles, el clima cálido y el paisaje,
 lleno de vegetación y árboles frutales y silvestres, el olor a azahar les cautivaron como cautivaron
 a Fray Junípero Sierra, primer español con permiso de los pan-catalanistas (era mallorquín) que 
pisó aquellas tierras. 
¡Qué poco se parece esta descripción al Los Angeles de las autopistas de 6 carriles por sentido-
 que conocí en el año 96, del siglo pasado, cuando disfruté de una estancia de dos meses gracias
 a una beca de investigación tan generosa que tuve que pedir a un compañero del centro de 
investigación que compartiéramos habitación (afortunadamente cama no –dicen que el roce hace 
el cariño…- porque había un colchón extra)¡- 
Sí que se mantenían las nueve misiones que Fray Junípero Serra, franciscano, fue fundando en 
su evangelización de la Alta California. Cuando el Rey Carlos III cambia de equipo, echa a los
 jesuitas y ficha a los franciscanos para poner orden un poco de orden en Méjico, Fray Huniperous
 –como le llaman en California- iba de entrenador y responsable de los nuevos fichajes. Se desplaza
 a la costa de California pero no a hacer surf, ni conocer a las vigilantes de la playa (era un monje…)
 o hacerse un chalecito en Santa Mónica junto a Pamela Anderson (seguro que más de uno nos
 hubiera gustado gustado evangelizarla –el teclado me ha dado un calambre por comentario
 impropio –aunque ahora que Bibiana ya no es Ministra… ¡ya no es lo mismo!-…). Fue a catequizar
 (explicarles el catecismo… por si alguno ya lo ha olvidado o piensa que es el último ladrillo de Ken
 Follet) a los indígenas a los que también enseñaban nociones de agricultura, ganadería y albañilería
, les proporcionaban semillas y animales y les asesoraban en el trabajo de la tierra. Las mujeres,
 por su parte, recibían adiestramiento en las labores de cocina, costura y confección de tejidos 
(EDña Secretaría de Estado Aído que te veo, ¡que eran otros tiempos, mujer¡). Podemos por tanto 
decir que sin este buen hombre no hubiera existido Napa Valley, Dallas, Angela Chanin,… grandes 
personalidades del vino californiano.
Recuerdo como si fuera hoy el viaje en coche, de unos ochocientos kilómetros, que separan Los Angeles
 de San Francisco parándome en las nueve misiones que fundó el amigo Junípero que se conservan
 más o menos bien y que con el tiempo crecerían para convertirse en importantes ciudades como son 
Los Ángeles, San Francisco, San Diego, Sacramento, la Purísima Concepción, Santa Bárbara, Santa Mónica,….
 Me hacía mucha ilusión ver que toda la toponimía de las ciudades, ríos (río Quebrado,…), 
valles (del Silencio,…) era completamente española, mientras escuchaba a Lionel Richie (una de sus
 canciones “Stuck on you” me recordaba a mi chica –ahora mujer- y me ponía tontorrón) e iba por
 una megautopista a 110 kilómetros por hora porque si me pasaba me podían meter al trullo –y allí 
no son como nuestros forales o guardias civiles, no se andan con chiquitas-.
Nos cuenta Groucho que “el cine sonoro acababa de desplazar al mudo, introduciéndose en la
 industria del cine y asustando a la mayoría de los actores de éste último. La Realeza de los 
Angeles la formaban ahora Greta Garbo, Charles Ray, Fairbanks,… los impuestos eran por 
aquel entonces testimoniales y los reyes y reinas de Hollywood vivían más lujosamente que 
la mayoría de las dinastías reinantes en Europa. La gran mayoría hondeaban sus billetes como 
si los hubieran hecho en el sótano de su casa. Se construían bañeras de oro puro, tenían Rolls-Royce
 con chófer, tomaban champán para desayunar y caviar cada cuatro de hora. Era la clase 
de vida que ahora (1959 –nota del traductor accidental o accidentado-) solamente existe en
 las páginas de las revistas de cine o en la realidad de los hijos de algunos dictadores
 de Latinoamérica.
Había mucho talento entre los veinte mejores pero el resto eran únicamente caras guapas
 y cuerpos espléndidos. Algunas de las chicas conocían a sus productores mejor que éstos 
a sus esposas. Llegado el momento se convertían en sus esposas y sus ex esposas se 
convertían en agentes de cine o inmobiliarios.
Era la Tierra de Nunca jamás que nunca en ningún lugar se había producido desde los buenos
 tiempos del imperio en Roma”. 
Rompiendo moldes, salvando su bigote….
Cuando dejaron “Animal Crackers” y les contrató la Paramount su primera película fue “Cocoanuts”. 
Nada más comenzar el director y el productor le informaron de que debía dejar de aparecer con un
 bigote pintado con betún porque según ellos nunca nadie había llevado un bigote pintado en la gran 
pantalla y el público no estaba acostumbrado a algo tan falso y no les iban a creer. “La audiencia no
 nos cree en ningún caso –contesté. Todo lo que hacen es reirse de nosotros y para eso pagan su
 entrada¡… …al final llegaron aun acuerdo, harían una actuación experimental con el bigote pintado 
en un teatro local. La reacción fue la misma que habíamos tenido en la Quinta Avenida en Nueva 
York en nuestros tiempos del vodevil. A la audiencia no parecía importarle qué bigote llevara si 
los chistes eran graciosos.”
Probablemente me encuentre, sin ánimo de fanfarronear, entre las personas que más espectáculos 
de marionetas ha visto –primero de niño, luego de mayor con alma de niño, luego de mayor dedicado
 al teatro infantil como actor y marionetero, y luego como padre con hijas que las llevaba al teatro 
de marionetas o les organizaba una función en sus cumpleaños. Y tanto a mí como a mis hijas nos 
aburrían las funciones cuando o eran grabadas o estaban tan bien preparadas y medidas que no 
admitían interacción con el público. Una función encorsetada y enlatada no tenía gracia ni frescura.
 Era maravilloso cuando la marioneta o el actor se nos volvía y preguntaba aquello de “habéis visto al
 lobo? Por dónde se ha ido???? Y todos/as contestaban ¡por allíiiiiii! O cuando algún actor se 
encontraba con un niño entre el público que acababa siendo un personaje más provocando el ingenio
 y el sudor del actor  (improvisar es más difícil que cacarear el guión) pero convirtiendo la función en
 la mejor de todas. 
Decía Groucho que “en el escenario del teatro y luego ya en el cine le gustaba salirse del personaje
 y dirigirse al público o a la cámara. Después del primer día de grabación de “Cocoanuts”, el productor
 (que pronto se retiró por el bien del cine) me dijo “Groucho, no puedes salirte del personaje y
 hablar al público¡¡
Como todo el mundo que está pegado a la tradición, estaba equivocado. Hablé siempre al publico
 (a veces me contestaban ¡lo que me desconcertaba¡). A pesar de todo la industria del cine siguió 
como siempre y yo, por mi parte, seguí hablando al público y a nadie parecía importarle.
Una de las frases que en el trabajo, en la familia, en la tribu más nervioso me pone es la de 
“es que siempre se ha hecho así”. Según eso seguiríamos en taparrabos, comeríamos carne
 cruda y seríamos nómadas. Oir esa frase me hace correr un sudor frío por la espalda y hace 
que, sé que es un prejuicio, bajarle un punto en la nota global al interlocutor o interlocutora. Me gusta
 cuestionar las cosas, es más divertido, más enriquecedor y como decía G.B. Shaw (las personas 
poco razonables) hace avanzar al mundo.
En esto, como en otras muchas cosas, Groucho y yo estamos de acuerdo (en otras muchas no
 –yo, por ejemplo,  nunca iría al trabajo con un bigote y unas cejas pintadas de negro-). Y a mí, 
como a él me ponen nervioso los CCCC, (Compañeros Contra Cualquier Cosa), habituales en 
todos los equipos, empresas, no importa el sector, el país,…Afortunadamente se les reconoce
 fácilmente ya que en cuanto haces algo diferente, cuando se te ocurre “alguna ocurrencia (léase, “algo distinto”)
, haces la pregunta clave “¿por qué? se encontrará con una mueca de desaprobación y suficiencia
 y con comentarios como el ya famoso “es que siempre se ha hecho así” a veces adornado con un
 “déjate de bobadas y a lo tuyo”. Hay quien los llama Creaticidas, porque les encanta tumbar 
cualquier nueva idea, cualquier iniciativa creativa que surja, que no controlan, que les da miedo 
y que, por supervivencia, rechazan de plano.
“Hay gente que no hace nada más en esta vida que luchar contra el progreso o el cambio. Estoy
 convencido que sus antepasados fueron los que se rieron del primer autoarranque de un coche 
y se rieron de los hermanos Wright y sus estúpidos intentos de levantar del suelo aquel artilugio.
Estoy igualmente convencido de que los granjeros (una de sus dianas preferidas) cuando se les
 explicó pacientemente que las tuberías no necesariamente tiene que ser en el patio cerca de la pocilga, 
y que podían colocarse dentro de su casa. Y muchas vacas se sentirían indignadas cuando las manos
 familiares del granjero las cambiaron por un aparato eléctrico conectado a sus ubres.
Imaginad el disgusto de los barberos cuando se las hombres empezaron a utilizar sus maquinillas eléctricas”
dnl

15 de octubre de 2010

Groucho y Yo (Part Three)

 
(con todo el cariño, para un amigo y maestro, próximo abuelo de un hijo/a de artista)
Señora azul, de vicio criticón, sin dar la talla de profesional.
Señora azul, ¡qué lastima nos das! la mediocridad está en tu corazón.
Tú no puedes apreciar con propiedad el color de la cuestión,
Porque desde la barrera sueles ver toros que no son y que parecen ser
Cánovas, Rodrigo, Adolfo y Guzmán (Señora Azul, 1974)
El éxitoso abogado, el pobre comediante, la señora azul y el inepto censor  
Debo reconocer que es uno de los episodios que más me divirtió, no solamente por la parte 
cómica que en sí tiene, sino porque en estas dos páginas hace una de las críticas más sutiles 
a lo políticamente correcto, a quien decide lo que está bien y lo que está mal. Es una gran
 dedicatoria a la vecina del 7º, “al qué dirán”, “a la señora azul de vicio criticón”, a los que
 quieren que sus hijos de mayores sean universitarios, abogados de éxito, se casen, tengan
 hijos y le inviten a comer los domingos y se adapten a lo establecido mientras que desde 
su sillón y apuntando con su mano inquisidora y autosuficiente desprecian a los que toman
 otro de los millones de caminos posibles de transitar por esta vida. 
No quiero decir que sea malo (si no, estaría haciendo lo contrario que quiero que ocurra) 
ser abogado, ingeniero, funcionario,.. tener familia e hijos, invitar a los suegros a comer el 
domingo y crecer económica y profesionalmente tal y como uno se merezca (de hecho, reúno
 este perfil, soy uno de los que hago eso). Pero sí me parece enfermizo que por serlo y hacerlo,
 desde su poltrona, este personaje ideal, al que le va “”FE NO ME NAAAL¡¡  mire con desprecio 
a los que hacen tonterías, a los que se tienen ocurrencias, a los que juegan con la vida sin
 tomársela demasiado en serio, a los que viven de otra manera. 
Esto me trae a la memoria la letra de “Señora Azul”, año 1974, canción de Cánovas, Rodrigo, 
Adolfo y Guzmán, dedicada a la censura y los críticos de música que, molestos por esta
 inesperada dedicatoria, desde su sillón y con mirada solemne, cuan césares imperiales, 
extendieron su brazo y giraron su mano con el pulgar señalando hacia abajo vetando sus canciones.
Curiosamente, después, el tema fue incluido en la lista que publicó la revista Rolling Stone
 sobre las mejores canciones españolas de la historia. Su letra hablaba de la censura y
 sus famosos tijeretazos. Teniendo en cuenta que cuando se publicó Franco –el marido 
de la de los helados, el abuelo de Carmen, la que participa en Mira quien Baila- aún estaba 
vivo no queda muy claro cómo al censor de turno se le pudo pasar por alto. Puesto que dicen 
que es una de las mejoras canciones de la historia de la música española (a mi me encanta), os 
animo a escucharla:
http://www.youtube.com/watch?v=nZ4nRoU_cdA
Señora azul, que sin contemplación, desde la cima de tu dignidad
Vas a imponer tu terca voluntad y con tu opinión medir nuestro criterio.
Señora azul, que ciega la razón, dejas sentir tu olímpico desdén,
Es sugestión tu alarde de saber, tu realidad es sólo confusión.
Tú no puedes apreciar con propiedad el color de la cuestión,
Porque desde la barrera sueles ver toros que no son y que parecen ser.

Señora azul, de vicio criticón, sin dar la talla de profesional.
Señora azul, ¡qué lastima nos das! la mediocridad está en tu corazón.
Tú no puedes apreciar con propiedad el color de la cuestión,
Porque desde la barrera sueles ver toros que no son y que parecen ser

Señora azul, que sin contemplación, desde la cima de tu dignidad
Vas a imponer tu terca voluntad, y con tu opinión medir nuestro criterio.
Señora azul, sabemos tu intención, la frustración que te hace obrar así.
Señora azul, ¡qué lastima nos das! la mediocridad está en tu corazón.
La verdad es que se podría aplicar la letra a muchos personajes actuales y de cualquier tiempo que 
creen poseer la verdad suprema e intentar imponerla por encima de todo.
 
Pero volvamos con Groucho, y este divertido y ácido, acidísimo episodio. Os dejo con él…(sin 
cortar una frase, sin censuras salvo las inconscientes de una mala traducción)
 
“Como estrellas de Broadway, habíamos recorrido un largo camino desde los tiempos en que
 éramos niños y vivíamos en Nueva York. Aquella época había sido maravillosa o, por lo menos,
 así nos lo parecía desde nuestro punto de vista retrospectivo. Habíamos sido pobres y ni criadas
 ni niñeras nos habían molestado. Mi madre hacía el trabajo de la casa y nosotros nos íbamos a la
 calle para jugar allí hasta que teníamos hambre. Si uno de nosotros era atropellado, no era más 
que mala suerte. No se podía esperar que una mujer cuidara de la casa y al mismo tiempo 
mantuviera sus ojos fijos en cinco muchachos. 
Tal como te he explicado anteriormente, solíamos jugar al gato y al ratón, a canicas, a ladrones 
y policías, al salto de la rana y a todos los demás juegos que se jugaban en las otras calles. 
Supongo que esto ocurre en cualquier barrio, pero en nuestra calle había un muchacho llamado
 Leonard Dobbin que superaba en todo a los demás chicos. Su superioridad no se limitaba 
únicamente a los juegos de orden físico. También era el mejor en los juegos de palabras y 
en todos los restantes pasatiempos de orden intelectual que practican los muchachos. Además
 de todo esto, su aspecto era muy bueno y conquistaba a la mayor parte de las chicas que
 merecían conquistarse. 
Leonard siempre había dicho que, cuando se graduara en la escuela superior, iría a la universidad
 para estudiar derecho. Todos estábamos convencidos de que, con sus grandes dotes, era 
inevitable que algún día se sentara en uno de los tribunales más altos de la nación. 
No volví a verlo hasta al cabo de veinte años, cuando estábamos actuando con el 
espectáculo “Coconauts”. Una noche, mientras estaba yo en mi camerino quitándome 
el bigote postizo y el resto del maquillaje, uno de los conserjes me entregó una tarjeta 
de negocios. En ella se leía: «Leonard Dobbin, procurador en leyes». 
Hice pasar a Leonard. Habíamos convivido siendo muchachos y todas estas cosas, 
de manera que me alegré de verlo. Tenía aspecto de lo que era: un joven abogado.
 
—He estado en primera fila esta noche, Julius, y te he visto trabajar —dijo Leonard. 
En el mundo del espectáculo, una aparición como ésta va seguida normalmente por
 «Has estado maravilloso», «Me lo lo he pasado en grande» o bien «Tanto tú como tus hermanos
 me habéis hecho reír de verdad». Incluso si hubiera dicho: «El espectáculo ha sido espantoso
 y tú has estado horrible», no me habría importado demasiado, pero él se limitaba a estar de
 pie allí, mirándome más bien con un aire de compasión. 
Yo estaba acalorado y cansado, como la mayoría de los actores cuando el telón cae por
 última vez, y su actitud me molestaba. No pude resistir mucho tiempo y finalmente le
 pregunté:—Bueno, Leonard, ¿te ha gustado el espectáculo?
 
Chascó su lengua unas cuantas veces y siguió mirándome. En realidad, no me 
miraba a mí, sino que miraba a través de mí. Dado que seguía sin responder, no ví 
que hubiera demasiadas posibilidades de éxito siguiendo aquella táctica. Decidí seguir
 otro modo de aproximación.
—Bueno, ¿de qué manera te está tratando el mundo? —pregunté—. ¿Qué estás haciendo
 actualmente?
—¿No has leído mi tarjeta? —dijo con aire inquisitivo—. Soy abogado. Luego, enderezándose
 hasta donde le permitía toda su estatura, añadió:—Soy el socio más joven de una empresa. 
Ahora gano cien dólares a la semana, pero me han indicado que el año próximo ganaré
 ciento veinticinco.
 
En aquella época yo ganaba dos mil dólares a la semana, pero no se lo dije. Estaba decidido 
a sacarle alguna clase de opinión acerca del espectáculo.—Leonard —insistí—, ¿no te ha 
hecho reír nuestro espectáculo? Al fin se dignó decirme:—El hecho es, Julius, que me he reído
 mucho. Todo resulta más bien humorístico en conjunto. Pero esto no es lo importante. 
Ligeramente enojado, repliqué:—¡Para mí sí que es importante! Este es mi modo de ganarme 
la vida. Podría haber añadido: «Y, además, magníficamente bien», pero era demasiado bien 
educado.
—Julius —dijo gravemente—, voy a hablarte con franqueza. Convivimos juntos de muchachos
 y siempre te he tenido en gran estima. Por eso voy ahora a decirte algo que quizá te va a pesar. 
Te he estado observando esta noche. Tienes ya treinta y cinco años y no haces más que
 tonterías en el escenario. Te vi en las variedades cuando tenías veinte y entonces no me 
preocupó demasiado. Pero cuando veo a un individuo de tu edad saltando por encima de
 los muebles, bailando como un loco y diciendo frases irrespetuosas a las mujeres que trabajan
 en el espectáculo, siento un gran pesar. Tienes una mente despejada. ¿Por qué no te dedicas a
 algo que sea útil? No eres muy mayor. Todavía podrías ser un hombre de negocios, un médico
 o quizás... incluso abogado. ¿No sería mejor esto que montar un espectáculo para miles de
 personas que son desconocidas? 
—Leonard —le dije—, no puedo explicarte lo que estas palabras que acabas de decirme 
han representado para mí. Tan pronto como acabe la temporada teatral, voy a seguir tu
 consejo: dejar el teatro y buscar un empleo. ¡Cien dólares a la semana sería algo magnífico para mí! 
—Bueno —hizo una pausa con aire reflexivo—, ya comprenderás que no se puede empezar ganando 
cien dólares a la semana. Es mucho dinero, Julius. Sin embargo, creo que tienes talento y detesto ver
 cómo lo desperdicias por este camino. Piensa en todo esto. 
—Estoy muy contento de habernos vuelto a ver aquí esta noche —dije yo—. Esta pequeña 
conversación que hemos tenido ha sido para mí una inspiración. Luego le estreché la mano
 con fuerza y se marchó. 
 
Pasaron dos años antes de volver a encontrarnos. Representábamos entonces 
 “Animal crackers”. Yo ganaba tres mil dólares a la semana y acabábamos de firmar 
un contrato con la Paramount para hacer cinco películas por un millón y medio. Con
 el contrato cinematográfico y el salario que percibía por “Animal crackers” ganaba 
cerca de seis mil dólares a la semana…. … Hacia el cuarto mes de representación, se
presentó nuestro amigo el señor Dobbin. El conserje me entregó de nuevo su tarjeta. 
Esta vez las letras estaban impresas con caracteres dorados.
 
Al entrar en mi camerino, intercambiamos los saludos normales y yo permanecí sentado, 
esperando otra vez algunas frases halagadoras. Tendría que haberlo conocido mejor. 
—Bueno, Leonard —empecé diciendo—, ¿te ha gustado el espectáculo? (Había decidido ir al 
grano en esta ocasión.) Me miró con aire apesadumbrado. —Julius, me has decepcionado. 
Cuando nos separamos hace dos años, me quedé bajo la impresión de que ibas a seguir mi 
consejo y de que abandonarías el mundo del espectáculo, pero esta noche he estado observándote 
en primera fila y sigues haciendo todavía las mismas cosas estúpidas y ridículas que hacías antes.
 
—Bueno, pero, ¿no son divertidas? —pregunté—. ¿No has oído cómo el público se desternillaba 
de risa? —Sí, lo he oído —admitió—. E incluso yo me he reído en una o dos ocasiones durante el 
espectáculo. Pero ahora tienes treinta y siete años. ¿No te molesta a tu edad actuar como si fueras
 un mentecato y aparecer ante el público haciendo el estúpido?
 
Aquello empezaba a sonar como un disco rayado. —Leonard —dije—, olvidemos esto. 
Entonces abordé su tema preferido. —¿Cómo te van las cosas ahora? —Tengo noticias 
para ti —alardeó—. No he conseguido los veinticinco dólares de aumento que esperaba. 
En lugar de esto, ¡he obtenido un aumento de decincuenta dólares! Y —prosiguió diciendo— 
no pasará mucho tiempo antes de que gane doscientos dólares a la semana. ¡Imagínate! ¡A mi edad, ganar doscientos a la semana!
 
Siendo un hombre amable y cortés, no tuve corazón para mencionar los seis mil que yo ganaba a 
la semana. Me limité a seguir sentado allí y a dejar que se explayara. Exceptuando unas cuantas 
frases todavía más ampulosas, me soltó el mismo sermón de dos años atrás. Cuando acabó de 
soltar su discurso, le dije: —Leonard, ¡me has convencido! Esta es mi despedida del teatro. Un 
individuo que a tu edad puede ganar ciento cincuenta dólares a la semana hace que me dé cuenta 
de lo estúpido que es mi camino. Eres un brillante ejemplo de la joven América en marcha y
An ima les locos será mi canto de cisne en el teatro. 
No volví a ver a Leonard hasta al cabo de diez años. En aquella época, nuestras películas se 
proyectaban en todo el mundo, tenía dinero en tres bancos distintos y poseía un abrigo de vicuña
 y dos Cadillacs. Era el domingo de Pascua en la Quinta Avenida. Leonard Dobbin llevaba un sombrero
 flexible, un traje oscuro y ajustado y un bastón. Iba acompañado además por una mujer de aspecto
 sumamente gusarapiento y dos mocosos de cara triste y desdichada. Nos saludamos. Luego, con 
su tacto acostumbrado, empezó de nuevo su sermón. —Me has decepcionado por completo, Julius. 
Me dijiste que ibas a abandonar la escena.
Sonreí cortésmente.—Lo hice, Leonard. Ahora trabajo en el cine.
—Bueno —replicó encogiéndose de hombros—, supongo que serás siempre un payaso. 
Realmente, es una vergüenza. Podrías haber sido una persona respetable. Habrías sido un 
buen abogado. No valía la pena seguir hablando de ello, de manera que le dije: —¿Y cómo te
 van a ti las cosas, Leonard?
Su rostro se iluminó como si hubiera puesto en funcionamiento una máquina tragaperras.
 —No vas a creerlo, Julius, pero me han hecho uno de los socios principales de la empresa. 
El año pasado, incluyendo las comisiones, ¡gané nada menos que dieciocho mil dólares!
 
No quise echarle a perder su paseo pascual diciéndole que, entre mi sueldo en el cine y 
mi salario en el teatro, yo también ganaba cerca de dieciocho mil. La única diferencia estaba en
 que yo ganaba esta suma cincuenta y dos veces al año. Me limité a despedirme de aquel pichón
 bobalicón y engreído, de su vulgar familia y de sus consejos, para seguir paseando por la avenida. 
Estoy seguro de que hasta el día de hoy sigue estando convencido de que mi vida ha
 sido un absoluto fracaso y la suya un gran éxito”
Gracias amigo Groucho, fantástico¡
Dnl