10 de octubre de 2010

Groucho & Me (Part Two)

En la pared de una fonda de Madrid, hay un cartel que dice: Prohibido el cante. 
En el aeropuerto de Río de Janeiro, hay uno que dice: Prohibido jugar con los carritos porta-valijas.
Me alegra saber que todavía hay gente que canta, todavía hay gente juega
Eduardo Galeano.
los ruiseñores dejan de cantar (afortunadamente)  y se dedican al humor 
Durante sus inicios como cantantes tenían voces razonablemente buenas… para un vodevil.
 Pero conforme crecieron, las voces de Harpo y Gummo desaparecieron y la única que se mantenía 
decente, que era la de Groucho, empezó a cascar. Pronto se dieron cuenta que si quería sobrevivir
 profesional y físicamente tenían que hacer algo diferente. Un día Groucho cogió una peluca rubia 
de su madre, una bolsa de la compra con unas salchichas e hizo como si fuera un cómico alemán. 
Como vivían en un barrio alemán, era un personaje que pronto se hizo popular. 
La función se construía sobre una idea muy simple, en la que yo, como vendedor de salchichas 
a domicilio, preguntaba a Harpo y Gummo (que iban vestidos como marineros) cómo llegar a 
casa de la Sra Schmidt. Mientras Gummo señalaba con el dedo en una dirección, Harpo me
 robaba las salchichas. Sé que no es un gran guión, lo acepto. Incluso puedo conceder que no
 jugábamos en la misma liga que My Fair Lady, vale,  pero fue el inicio. Y lo que fue más 
importante, este breve diálogo casero le dio a nuestra audiencia la oportunidad de olvidar 
el hecho de que alguna vez habíamos cantado”.    
A partir de ahí, poco a poco, diálogo a diálogo, vodevil a vodevil, antro a antro, fueron creándose
 un repertorio razonable que les permitió empezar a viajar por toda la geografía norteamericana
 y venderse a los agentes que –y aquí sale el Groucho crítico y ácido- “ahora que hay sindicatos 
de actores, parece inimaginable el poder que tenían los gerentes del teatro sobre los actores.
 Lo que Enrique VIII de Inglaterra fue a la historia de Inglaterra o lo que Torquemada fue 
a la Inquisición española el gerente del teatro era al vodevil. Sus poderes eran absolutos. 
Si le disgustabas o le contrariabas, te multaba o te cancelaba la función –siendo “cancelar”
 un eufemismo para “tirarte de cabeza a la calle”......Incluso aunque tuvieras un contrato
 fijo, lo cogía y lo hacía trizas delante de tu cara”.   
La hipocresía de la sociedad americana (¿solo americana?)
Viernes, 1 de Octubre, 2010, en el periódico El Mundo. 
"Soy partidaria de regular la prostitución", dijo. "Hay que garantizar que, si quieren ejercer 
la prostitución, puedan hacerlo libremente. Que puedan tener una regulación y que la ley
 garantice que no van a ser extorsionados por otros". Y reflexionó también: "Si alguien 
quiere pagar por el sexo, no veo por qué lo debemos prohibir".
Adivina, adivinanza. ¿Quién ha dicho estás palabritas? ¿Trini Jimenez, la candidata a las
 primarias de Madrid más guay del socialismo de todos los tiempos, diva con chupa de cuero
 de los descamisados de Chamberí, sofoco de Don Pablo Iglesias? 
¿Leyre Pajín, la más progre entre las progres, digna hija de su madre –la que manda en e
l urbanismo de Benidorm, que debe ser como mandar en la cueva de los Cuarenta Ladrones
 de Ali Babá- , la que ni aún estando contenta tiene cara de contenta y cuando se enfada, 
pone cara de asco…¡?
Pues no¡¡¡¡¡ A ver, pistas…. Lo ha dicho… 
la Condesa de Murillo y Grande de España… sobrina del poeta Jaime Gil de Biedma (de la
 generación del 50)…nieta del Conde de Sepúlveda, José Gil de Biedma Becerril…prima de la 
artista Ouka Lele (la de la movida madrileña que pintaba sobre fotos)…Madre de Fernando 
Ramírez de Haro y Aguirre, marqués de Villanueva de Duero…Madre de Álvaro Ramírez de 
Haro y Aguirre, conde de Villariezo…
(de momento, descamisada, del partido comunista, asalariada de telefónica, no parece…)
Bueno, una pista más fácil, definitiva:
La que casi se mata por montarse con el gafe de Mariano Rajoy en un helicóptero que había 
“tuneado” su amigo Gallardón (¡!hum¡¡ dos pájaros de un tiro… debió pensar…) cuando salía
 de la Plaza de Vista Alegre por la puerta grande (¡y tan grande¡) y que, al salir, del aparato abollado
 dijo, sin despeinarse y sin perder su sonrisa Corporación Dermoestética, aquello de “Estoy viva
 y entera”
La que casi le pilla el mega-atentado en Bombay, y que, al día siguiente dio una rueda de prensa
 de punta en blanco, como siempre, con un vestido a juego con sus zapatos… pero con calcetines
 “porque no le había dado tiempo a reponerse…” Cosas de la imagen…
¡¡Sí¡¡¡ ¡!la sin par Esperanza Aguirre!!! (La duda es si se lo cree o simplemente se está haciendo
 la aristócrata progre para coger votos de los indecisos, los que hacemos ganar o perder las
 elecciones),
Groucho Marx también era partidario de su legalización. Y lo explica como humor y ternura,
 algo que solamente los genios saben hacer –teniendo en cuenta que algunas opiniones pueden 
parecer extrañas, pensemos que hablamos de los años 20 y 30 del siglo pasado-. 
Cuando ya era un cómico aclamado y reconocido, y se hospedaba en lujosos hoteles de Europa
 y América, una noche salió a pasera bajo la lluvia de Londres. El resto lo cuenta él, que lo hace
 mucho mejor, aunque mi traducción no sea del todo exacta,…
“En verano, los hoteles suelen tener una rica y variada clientela y, por ello, las esquinas de las
 calles próximas están llenas de prostitutas. Es triste verlas cualquier noche pero en noches de
 lluvia es doblemente triste ver a estas mujeres acurrucadas en los portales, esperando que 
alguien la recoja. La policía rara vez les molesta. Tienen lo que se llama “una aprobación tácita”. 
Aparentemente los británicos las consideran un mal necesario y no se preocupan demasiado por el tema.   
¡Cuánto más honesta es su actitud que la nuestra (la americana). Presumimos de que 
esta actividad no existe en Estados Unidos. Desafortunadamente existe pero en vez de
 estar confinada en un barrio concreto como ocurría antes, se practica por todas partes.
 Aún así cerramos los ojos y de forma altanera declaramos empachados de moral que 
no aprobamos la prostitución.
Estoy seguro que, hoy, cientos de miles de chicos corren al matrimonio sin ninguna 
preparación para afrontar las muchas responsabilidades que implica un matrimonio normal. 
Se engañan a sí mismos pensando que se casan por amor. Buena parte de ellos descubre,
 para su dolor (y el de su mujer –nota políticamente correcta pero en serio del traductor
 accidental-), que no se trataba de amor sino simplemente de satisfacer un simple
 impulso sexual.
Antes de que me echen a los leones por defender el vicio legalizado quiero correr en mi defensa
 y decir que no me gusta la prostitución. Pero que no se puede negar que el problema existe y
 que creo que se trataba de una forma más natural hace unas décadas. Estoy convencido de
 que estaríamos mucho mejor si hubiéramos legalizado la prostitución, con casas y “madames”, 
con exámenes médicos periódicos que eran obligatorios en las épocas en que voy a describir: 
Un actor típico de vodevil llevaba una vida muy solitaria. Cuando llegaban a los pueblos 
donde tendría lugar la función era mirado con sospecha, con desprecio. Por ello, cuando 
el actor estaba de gira (y en muchos casos lejos de su familia) necesitaba crearse su
 propia vida social. Los antros sucios y fríos en que se hospedaban no ayudaban a olvidarse 
de los suyos. Solamente quedaban la casa de juegos y la “sporting house” –casa de 
diversión, prostíbulo-. Es muy difícil explicar hoy en día a alguien con menos de cuarenta
 años lo importante, atractiva y sofisticada que era ésta para estos solitarios parias. 
Supongo que estos lugares existen por todos los Estados Unidos, pero, por alguna 
curiosa razón, solamente recuerdo verlos en los estados del sur.”
Antes de empezar la función, los actores recibíamos una tarjeta del local que decía
 “¿Vendrás con nosotras después de la función de esta noche?” Esto no necesariamente quería
 decir que se nos invitara a acostarnos con alguna de las chicas. Aunque debo confesar que
 a veces ocurría. Deben recordar que eran los años veinte y llevábamos, por decirlo de una 
forma eufemística, una vida asilvestrada.
Además de las chicas, la casa tenía otras atracciones. Si les caías bien, había comida y licor
 gratis y mucha diversión. No es por fanfarronear, pero éramos guapos y divertidos, el grupo
 perfecto para estos locales. Nuestros números tenían más éxito allí que en el propio teatro.   
Harpo y Chico tocaban el piano y Gummo y yo cantábamos. No era un prostíbulo,
 era un verdadero club” 
Si la envidia fuera tiña,…. cuantas cosas barrería…
“No recuerdo su nombre, pero cierto famoso filósofo misántropo, tras una noche entera 
de profundos pensamientos, de agitarse y de revolverse en la cama, se levantó una mañana 
y (después de cortarse tres veces mientras se afeitaba) anunció a un mundo indiferente que 
nadie era completamente infeliz ante la desgracia y el fracaso de su mejor amigo…. …  y, ciertamente,
 puede ser aplicada al mundo del espectáculo”
No habiendo trabajado en otra profesión que en la teatral, no sé cómo reacciona la gente que
 trabaja en otros campos de la vida ante el éxito y el fracaso. Pero estoy seguro de que encontrarás 
que una buena porción de envidia forma parte del maquillaje de casi todo el mundo”.
Yo he trabajado (o al menos he ido al trabajo) en una gran ingeniería, una pequeña consultora, 
una organización no gubernamental, la universidad pública, la administración y una empresa 
del sector eólico. Y le puedo decir a mi amigo Groucho que, llevándose la medalla de oro “de calle”
 la universidad pública –donde la buena formación del alumno no ha estado nunca en el orden 
del día de las reuniones de Departamento a las que asistí mientras que los sables se afilaban para
 ver quién se llevaba los dos nuevos ordenadores que graciosamente concedía el rectorado- 
en todos los ámbitos he visto esta envidia –fastidio por el éxito ajeno, alegría por el tropezón 
del contrario-. En la empresa privada esto ocurre especialmente cuando las cosas no van bien, 
cuando la tarta se hace pequeña, cuando hay menos que repartir y parece que jugamos al juego
 de la silla (cada vez se quita una silla y empezamos todos a bailar hasta que la música se detiene
 y todos corremos a buscar una a la que agarrarnos fuerte), el trabajo a repartir escasea, el miedo 
a quedarte fuera aumenta. O sea actualmente.
Recientemente un compañero, “un tal Delaney” como nombra Groucho a las dianas de sus dardos
 para no decir el pecador, me vino preocupado porque parecía que iba a haber una reorganización
 más – la sexta en cinco años-, me recomendaba que tenía que moverme, hablar con los directores,
 “estar presente”, “dejarte ver”, “proponerle al jefe quedarte con gente de otros departamentos” 
–palabras literales-. Mi contestación, también literal, fue “Mira, Delaney –el nombre es lo único
 no literal-, el día que venga a mi despacho y me encuentre con alguien en mi ordenador y no
 esté arreglándolo o instalándole una nueva aplicación, recogeré mis cosas, me despediré y me 
buscaré la vida. Hago mi trabajo y si se reconoce, perfecto, pero no será por los minutos que 
dedique a las intrigas de palacio”. Delaney se fue sorprendido pensando que estaba loco (allá tú,
 pensaría).  
“La estrella de hoy es con frecuencia el mendigo de mañana, y viceversa. Probablemente
 seré apedreado por lo que voy a decir, pero tengo la impresión de que un enorme fracaso teatral 
en Broadway proporciona alegría y alivio a una porción sustancial del mundo dedicado al 
espectáculo. Esto no significa de un modo necesario que a la mañana siguiente de un fracaso
 resonante todos los productores, directores y actores salgan corriendo a la calle y se pongan
 a bailar un fandango (o, si son comunistas, una mazurca), pero la verdad brutal es que casi 
todo el mundo se inquieta cuando un productor enemigo no sólo se destaca de la masa, sino
 que continúa haciéndolo. En el mundo del espectáculo, el éxito permanente es imperdonable. 
El fracaso demuestra de forma concluyente que el que acaba de fracasar ante sus ojos no posee 
más talento que el resto de la masa y que la mayoría de sus éxitos no han sido más que pura chiripa. 
He de confesar, con notable vergüenza, que… …resulta muy desconcertante para un cómico
 estar sentado en un camerino y escuchar a otro comediante que hace morir de risa al público.
 «Bravo» es una palabra maravillosa cuando te la dirigen a ti, pero es una palabra bastante 
desagradable cuando es aplicada a un competidor. Si fuera un canalla, podría contaros algo
 acerca de una estrella que solía cerrar la puerta de su camerino y luego abrir el grifo del lavabo, 
sólo para asegurarse de que el sonido de los aplausos o de las risas arrancados por un rival no
 llegaría a sus inseguros oídos. 
Pues sí, como bien dice Groucho, aunque hablando únicamente de la profesión teatral, vivimos 
en una jungla en la que la primera ley de la naturaleza es la supervivencia. La mejor forma de 
sobrevivir consiste en esperar a que tu rival fracase en sus propósitos.  
Ciertamente, ningún miembro de la mi empresa se tira por los suelos y se echa a llorar, si una
 turbina eólica de la competencia se desintegra y podemos verla juntos en “you tube”; no sólo eso, 
alegremente la enviamos a nuestros jefes como signo de que “hacemos empresa”. Como tampoco 
se oye ningún gemido en la fábrica Ford, si Chrysler saca un nuevo modelo cuyas piezas dan 
toda la impresión de haber sido ensambladas con goma arábiga”.
A Broadway con la amante de un magnate de las galletas saladas
Cuenta Groucho que su paso a Broadway, la Champions del mundo del show, desde el vodevil, 
surgió gracias a un magnate de las galletas saladas. Habiéndoles visto actuar decidió que les
 financiaría la inversión de un espectáculo en Broadway. Con una condición.
Los contó que “…era feliz en su matrimonio, con una esposa y un grupo de chiquillos en Hackensack. 
Luego, ruborizándose lo suficiente como para hacerse repulsivo, explicó a Chico en tono confidencial 
que también tenía una amiga… …que le había declarado llanamente que ella estaba destinada al 
teatro y que, si el hombre quería lograr lo que buscaba, cualquier cosa que fuese, sería mejor 
que tocara unas teclas y le consiguiera trabajo en un musical de Broadway. No sé de dónde 
sacaría la chica la idea de que un sombrío fabricante de galletas saladas podría persuadir 
a un productor de Broadway para que aceptara a una muchacha sin experiencia teatral y 
la pusiera en un escenario.
 
Chico dijo:—¿Sabe usted, señor Broody, que un musical de Broadway no puede producirse 
por menos de cien mil dólares? Broody respondió:—Mi límite está en veinticinco mil... y, 
antes de invertir un ochavo, quiero una garantía de que mi chica, Ginny, actuará en el 
espectáculo. 
—Usted ponga los veinticinco mil —dijo Chico— y nosotros pondremos a Ginny en el espectáculo.
 De hecho —añadió en un arrebato de generosidad—, también encontraremos papeles para su 
esposa y sus hijos¡”
Pero, visto el escaso talento de la joven, los hermanos, buscaron la manera de librarse de la chica
 la noche del estreno y del galletero para siempre, manejando los hilos para que el ramo de flores
 del magnate a la corista fueran enviados “por error” a su mujer y que la corista “por indisposición”
 no pudiera debutar. El resto era cosa suya. Si tenía éxito, todo iría rodado. De hecho la noche del 
estreno de “I will say she is” fue un éxito extraordinario (¡ y eso que no actuaba “she”).
“Broody (el galletero) estaba en primera fila, ufano y radiante. Había enviado a los
 bastidores un ramo de flores por valor de cincuenta dólares para que se las ofrecieran 
a Ginny al terminar el espectáculo. Ginny nunca las vio. El portero se las llevó a casa,
 para su esposa. Más tarde supe que su esposa sospechó tanto con este obsequio
 inesperado, que al cabo de tres meses se divorció de él, alegando infidelidad. Ginny
 no apareció en escena finalmente. La noche anterior, alguien de la compañía le había 
dado un narcótico. (Que nadie me acuse de ello. Yo estaba en el escenario en aquel 
momento.)
dr. Hackenbush?
Haz control click si quieres ver al autor en plena faena... 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Cuéntame que te ha parecido, ¿vale?