10 de octubre de 2010

Groucho and Me (Part One)

 “Desde el momento en que cogí su libro me caí al suelo rodando de risa... 
Algún día espero leerlo"
Groucho Marx.

Permítanme presentarles a un amigo, Julius Henry Marx, Groucho Marx
Aunque es algo generalmente conocido, ya es hora de hacerles saber que nací a una edad 
muy temprana. Antes de que tuviera tiempo de arrepentirme tenía ya cuatro años y medio”. 
Así comienza la autobiografía de un genio de la comedia (“Groucho and me. The autobiography”. 
Groucho Marx. Virgin Books “Groucho y yo”. Tusquets Editores, S.A.) uno de los más grandes con 
Chaplin, con Buster Keaton, nacido en una familia humilde, de un barrio humilde de Nueva York
 (humildad que no integró en su personalidad, todo hay que decirlo). 
Es un libro muy recomendable. Me he divertido y he aprendido leyéndolo. Mezcla humor e
 historia, nostalgia e ironía, las mieles del triunfo y las hieles de la caída. Es realmente entretenido.
 Es un Libro con Sol, no exento de nubes con olor a tragicomedia, brisas de sabiduría y algunos 
relámpagos de sarcasmo. Como la idea es que lo leáis, no que os lo cuente porque ni tengo la
 gracia, ni el ingenio, ni el tiempo, ni cuatro hermanos más ni me pinto el bigote con tiza negra, 
como él, solamente contaré algunos de los episodios que mezclan humor y realidad, que te
 hacen sonreir pero que te dejan pensando ¡qué razón tiene el tipo este! 
Porque Groucho y yo, son dos. La persona y el personaje, a veces inseparables, a veces 
inconfundibles. Siempre provocadores pero siempre geniales. En sus páginas relata episodios y 
divertidos de su vida, pero enseñando a distinguir entre él y su personaje. Groucho -pícaro
 redomado, criticón incorregible y mujeriego compulsivo- dedicó su tiempo a dinamitar
 las convenciones sociales y la lógica borreguil, mientras que el yo de Groucho se ocupa de 
medrar y enriquecerse por cualquier medio en esa misma sociedad. De profesión rompe-normas y
 tritura-postulados establecidos, Groucho enseñó con el ejemplo que la utopía es posible si se 
tiene la suficiente paciencia de ir sembrando el absurdo en el desierto que hemos creado para
 hacer de la vida un lugar aburrido y gris. Piensa, como yo,  que la vida es demasiado importante 
como para tomársela en serio. 
 
Es cierto lo que cuenta? Quizás si, quizás no, qué más da?
Lo que sí es cierto es que, al menos justifica que no sea del todo cierto y que sobre todo sea
 incompleta, como por otra parte ocurre con todas las autobiografías donde “ el noventa y nueve
 por ciento es pura ficción. Si alguien alguna vez escribiera la verdad sobre la mayor parte de los 
personajes públicos no habría celdas suficientes para encerrarlos. Mentir se ha convertido en una 
de las grandes industrias de América…   … 
“Si dos personas que han vivido felizmente casadas durante cincuenta años han sido capaces
 de guardarse para cada uno sus pensamientos y secretos más íntimos para ellos mismos,
 cómo demonios puede alguien esperar que una autobiografía que, en teoría  va ser leída 
por miles de personas no sea sino una larga lista de hechos semi-elaborados¡”.
 
Por todo ello ya nos avisa que si “bien es cierto que, en la medida que me acuerdo, todo lo que
 cuento es cierto, eso no hará que ustedes me conozcan mejor tras haber leído este libro. Esto no
 implica que el intento haya sido un fracaso. Lo que significa es que ustedes no tendrán ni idea 
de lo que pasa dentro de mí. Recuerden: Una persona es una isla dentro de sí misma (quizás no 
sea así la cita pero no he tenido tiempo de comprobarla, tengo sesión de masaje a las tres y me
 estoy quedando sin papel)”.
Pero no quiere decir que no sea capaz de escribir un autobiografía auténtica “una autobiografía 
honesta, diciendo la verdad, contando los hechos tal y como fueron, por seguridad debería 
publicarla a título póstumo. Estoy convencido que sería capaz de escribir una autobiografía 
sensacional si estuviera dispuesto a contar mis pensamientos y sentimientos más íntimos sobra
 la vida en general y sobre mí en particular. Pero ¿Qué beneficios me reportaría un libro a
 título póstumo? Incluso aunque se convirtiera en un best-seller…   …yo no sacaría nada del
 esfuerzo. Así que hasta que inventen algo que permita llevármelo contigo, lo que mostraré
 aquí será un sucedáneo de Groucho. Así que yo que ustedes leería un manual de poda de
 árboles frutales
 
De Alemania a América
Pero esta historia americana comienza en Europa (Groucho no era NYTV –de Nueva York de
 Toda la Vida- por lo que en el poco probable caso de que hubieran emigrado a los dominios 
de D. Sabino Arana, le hubiera llamado maqueto o charnego más al este), en Alemania más 
concretamente. Desde allá los señores Lafe y Fanny (“por aquel entonces este nombre tenía 
vestigios de respetabilidad”) Schoenberg, sus abuelos de origen judío, él ventrílocuo y ella 
harpista y cantante de música tirolesa, emigraron a Nueva York cuando tenían cincuenta años. 
Su vida fue complicada porque, como ninguno de ellos hablaba inglés “por alguna curiosa 
razón que se me escapa no había prácticamente ofertas para un ventrílocuo alemán y una
 harpista que cantaba canciones tirolesas”.
Desencantados por el nulo porvenir como artistas su abuelo decidió abrir una tienda de
 reparación de paraguas. “Teniendo en cuenta el número de paraguas que arregló, debió ser 
la temporada más seca de la historia del centro de meteorología de Nueva York”. “…lamiendo
 sus heridas decidió dejar el dudoso negocio de reparador de paraguas y dedicarse a una nueva
 actividad que no dejó hasta que murió cuarenta y cinco años más tarde”: levantarse pronto para 
estar más tiempo sin hacer nada. El harpa se abandonó en el desván hasta que muchos años después 
Harpo la rescatara y aprendiera a tocarla con la ayuda de lo que su madre recordaba de ver a su
 propia madre. 
Julius Henry Marx, Groucho por alguna razón que no desvela, era el mayor de cinco hermanos,
 Harpo, Zeppo, Chico y Gummo completaban el quinteto, y el primero, por tanto, en celebrar el
 final de su infancia con la ceremonia del Bar Mitzhav que dentro del rito judío celebran quienes han
 alcanzado la madurez personal frente a su comunidad (12 años para las niñas y 13 años para los
 varones –al leer esto comparo a mi hija María que con doce años es casi, sniff, sniff, una señorita 
con los ceporrillos que corren detrás de un balón a su alrededor y pienso ¡qué listos son estos judíos). 
A partir de este momento, los jóvenes pasan a ser considerados, según la halajá o ley judía, 
responsables de sus actos (yo, de ser un rabino versado en la Torah y con autoridad mantendría
 la edad de las chicas pero la de los chicos la retrasaría a los cuarenta, cincuenta,…).
Ahora que me había convertido en un hombre – con una pluma estilográfica que goteaba tinta 
para demostrarlo- estaba listo para comerme el mundo. Un día le pregunté a mi madre que si 
encontraba trabajo podría dejar el colegio. ¿no quieres una educación? Ella me preguntó. No si 
tengo que ir al colegio para lograrla, respondí. 
Antes de que mi madre encontrara respuesta a mi insolencia, le comenté que acababa de leer 
un libro titulado Julio, el Chico de la calle que contaba la historia de un chico pobre que sin nada
 más que determinación se abrió camino de la nada hasta la presidencia de un banco. Me llamo 
como él ¿por qué no puedo conseguir un trabajo y ayudar a mantener a la familia?
Bien -replicó mi madre con sorna- si prefieres ser presidente de un banco antes que tener 
una educación, ve y encuentra trabajo
Desde ese día trató de trabajar, sin éxito –encontrar trabajos los encontraba, pero se quedaba dormido,
 se hacía pasar por experimentado jinete para poder repartir mercancías por nueva York pero al tercer
 día se le desbocaba el caballo y le echaban, se quedaba embobado mirando a la hija del comerciante al 
que ayudaba,…-.
La solución: vuelta al colegio hasta mejor ocasión. Vuelta a un “lugar increíblemente aburrido en 
el que lo único realmente interesante era la profesora, una irlandesa, alta, bien formada, con 
ojos azules, de apellido O’Reagan que recitaba versos de Wilde con una voz profunda y llena de 
dramatismo. Su vibrante voz junto con algunos de sus otros encantos me fascinaban... hasta el 
día en que descubrí que le gustaban las chicas.
 
Su padre, mal sastre, pero gran cocinero
Los ingresos entraban en casa a través de su padre. Era sastre pero no uno cualquiera. De hecho
la idea de que mi padre era un sastre únicamente la mantenía él… … era el único sastre que yo
 haya conocido que siempre rehusaba utilizar una cinta de medir. Decía que la cinta era para 
principiantes no para expertos como é, con vista de águila. Se vanagloriaba de que podía 
saber las medidas de un cliente con un simple vistazo. Los resultados de sus valoraciones eran 
tan exactas como las predicciones de Chamberlain sobre Hitler”. 
Llegado este punto y ya que me he molestado en mirar quienes son estos dos señores que nombra 
y el porqué de la comparación del primero con su padre (seguro que esto lo dimos en Maristas
 pero yo estaría jugaba a ser Charlie y vigilar cada movimiento de “mis” Angeles y me perdí la 
explicación…) os cuento lo que me he enterado: Cuando Neville Chamberlain accede al cargo de
 primer ministro británico, por un lado, pensaba que Hitler era un hombre con el que se podía llegar 
a acuerdos, por otro lado, desconfiaba de la URSS. Para rehusar enfrentarse con Hitler en la
 crisis de los Sudetes en 1938 pronunció una de esas frases que luego pasó a la historia (y a él con
 ella, para su desdicha) al justificar que el pueblo británico no iría a la guerra "por una disputa en 
un lejano país entre gente de la que no conocemos nada". Lo cierto es que la mayor parte de la 
opinión pública británica aclamó a Chamberlain y lo consideró el hombre que había conseguido
 la paz para su tiempo...
Como le ocurría a los ojos de águila de Pop Marx -sus clientes eran perfectamente reconocibles 
cuando uno se cruzaba con ellos “con una pierna izquierda del pantalón más corta que la derecha, 
la manga izquierda más larga que la derecha y los cuellos no sabiendo donde acomodarse”
- Chamberlain se equivocó de lleno. Cuando no había hecho sino llegar a su brumoso y querido 
Londres en loor de multitudes, el del bigotito se la jugaba ocupando Checoslovaquia. Gran Bretaña 
y Francia prometieron apoyar a Polonia en caso de ser atacada. El pacto germano-soviético en 
agosto de 1939 abrió el camino al ataque alemán a Polonia y a la guerra general. La brillante idea
 de Chamberlain fue un fracaso: no dejó contento al insaciable Hitler y el resultado fue el estallido
 de un conflicto que superaría con creces los horrores de la primera guerra mundial. 
Tras comparar al bueno de su padre con el lince británico creo que es de justicia decir que “padre”
 –en español, como le llamaban y como Groucho firmaba las cartas que escribía a sus hijos-
 tenía muchas habilidades pero que, por desgracia para su bolsillo y la imagen de sus clientes, no 
ejerció profesionalmente. Muy especialmente la de cocinero. Cuenta Groucho que “es sorprendente
 cómo un hombre puede ser excelente en un campo y un completo desastre en otro. Mi padre tenía 
que haber sido cocinero. Siempre hacía la cena en casa. Cogía dos huevos, unas verduras surtidas 
y un trozo de carne barata y lo convertía en algo digno de los dioses, suponiendo que quede alguno
.”. …”Como gran parte de las mujeres, mi madre odiaba cocinar y era capaz de alejarse kilómetros
 y kilómetros con tal de no ver la cocina lo que le hizo conocer mucha gente, algo que nos vino
 muy bien más adelante cuando ella se encargó de lanzar nuestra carrera y negociar nuestros
 primeros contratos.”
 
“Se busca chico cantante para función de vodevil”
Un día mientras hacía novillos la suerte se cruzó en su camino en forma de anuncio “Se busca chico
 cantante para función de vodevil. Habitación, comida y cuatro dólares a la semana”. El vodevi
l era algo así como una comedia frívola, ligera y picante que daba lugar a equívocos y situaciones
 cómicas, en la que se alternaban partes cantadas con números musicales siendo uno de sus
 ingredientes estrella “la chica”. Se presentó a la selección y fue seleccionado. Comenzaba su carrera
 con una gira de dos semanas. No era mucho, pero era el principio. Era además la primera vez que salía 
de casa, “tenía quince años pero un conocimiento del mundo de un niño de ocho”. 
La descripción de la despedida me hizo gracia. Me recordó la mía cuando mis padres y mi tía me 
dejaron en el colegio mayor de Madrid; ellas dos llorando como magdalenas –era miércoles y el 
viernes volvía a Pamplona de fin de semana…- y mi hermano feliz porque se quedaba con una habitación
 para él solo. O cuando una nochebuena se me ocurrió alegrarles con el anuncio de mi boda y un ángel
 pasó dejando muda a la familia y la comida en los platos. ¡Curioso como las reacciones de nuestra gente 
rara vez son como uno se las imagina que van a ser!
Cuenta que “Estaba un poco nervioso sobre cómo se tomaría en casa mi partida. Me había imaginado
 una reunión familiar, unida por el dolor, o al menos triste por mi partida. Pero no solamente no hubo
 pena ni recriminaciones sino que mi anuncia los dejó en un estado de felicidad del que no volvería a 
ser testigo hasta el Día del Armisticio” – día de 1918 en el que se firmó el armisticio por el que
 terminaba la primera guerra mundial. Según palabras del entonces Presidente Wilson "la guerra
 para terminar con todas las guerras." (Muchos años después, hace poco, otro Presidente, un tal
 Bush, anunció la “madre de todas las batallas”. Los próximos presidentes norteamericanos van
 a tener que hacer trabajar la imaginación para no repetirse…). 
“Si hubieran estado en la calle estoy convencido de que se hubieran puesto a bailar y lanzar 
sombreros al aire. Una especie de espíritu de feliz carnaval parecía haberse apoderado de toda
 la familia y todos deseaban saber cuándo me iba… … Cuando dije adiós, mi madre lloró un poco
, pero el resto de la familia parecían contenerse sin demasiado esfuerzo. Como un gesto de despedida
, justo cuando me iba, el perro me mordió”.    
A pesar de que actuaban en tugurios de segunda y que el director se fugó con una de las coristas
 dejándoles sin blanca, Groucho se sintió feliz: “Cualquier ropa que me ponían mejoraba 
notablemente la que yo tenía. Aunque me hubieran vestido con una piel de oso, me habría 
sentido igualmente feliz. Además con estas ropas, la gente me miraba. Y descubrí que eso
 me gustaba. Sentí por primera vez que no era una nulidad. Formaba parte del trío Larong.
 Era un actor. Mi sueño se había hecho realidad”.
 
The three nightingales (los tres ruiseñores… o cuatro)
Tras volver a trabajar en lo que saliera llegó un momento que su madre, que cocinar 
no cocinaba pero hacía cocina, decidió que la situación no podía seguir así: Chico había vuelto
 a jugar al billar para una casa de apuestas; la carrera de Harpo como botones acababa de sufrir
 una muerte prematura; yo era un actor de casting en casting; y Gummo seguía convenciendo 
al profesor de geografía que Los Angeles era la capital del estado de Montana. 
Su madre llego finalmente a la conclusión de que en vez de lanzarles a la fama de uno en uno
 lo haría en un pack de cuatro. Sus hijos serían actores. Si un actor ganaba seis dólares, cuatro 
actores ganarían veinticuatro. Cocinar no cocinaba, pero lista era. Imaginó un espectáculo en 
el que habría una chica –“tendréis una cantante, eso le dará algo de sexo”- y Gummo y Groucho 
serían marineros. -“!Sexo y marineros, no puede fallar¡”-. Cocinar no cocinaba pero imaginación
 no le faltaba. –“Y el espectáculo se titulará Los Tres Ruiseñores”. Tres razones encontró Groucho
 para que su madre les llamara así “una, que nunca había oído cantar a un ruiseñor; dos, que 
estaba un poco sorda; tres, que tenía un gran sentido del humor”.
“Pero realmente, la chica era la única que sabía cantar. Las otros dos ruiseñores 
estaban en proceso de cambiar su voz y nunca se sabía con exactitud el sonido que
 iba a salir de sus gargantas”. Aunque su madre consiguió algunas actuaciones más,
 los Tres Ruiseñores volaron al País de Nunca-Jamás para no volver a oírseles…
 ¿nunca jamás?.
No. Su madre, cocinar no cocinaba, pero era persistente como pocas y ese pequeño
 tropiezo en la carrera artística que tenía preparada para su hijos no solo no le desanimó sino 
que le dio renovadas energías. Decidió cambiar a la corista por un cantante e incluir a Harpo 
que no tenía ni la más remota sensibilidad ni talento musical –“pero tampoco trabajo”- como
 cuarto cantante. Resuelta le dijo “mientras voy a buscaros algo de vestuario y hablar con un
 par de agentes, vete ensayando a cantar el tono bajo. Mama, tú sabes que no sé cantar –
 se quejó Harpo. No te preocupes, tu haz como que cantas, nadie notará la diferencia.” 
Y ahí comenzó la carrera del mudo más famoso y simpático del cine (sonoro, claro¡).

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